Christiania paz, amor... y Eurocopa
La comuna ‘hippie’ más famosa del mundo, en Copenhague, vibra con el fútbol durante estos días
Aapenas dos kilómetros del centro de Copenhague, en el corazón de la capital danesa y uno de los focos importantes de esta Euro, irrumpe Christiania. Se trata de la comuna hippie más conocida del mundo. También de la más futbolera. Durante estos días, su gente -tan variopinta y peculiar- se vuelca con el fútbol como en cualquier otro barrio, aunque con sus inconfundibles matices. “No están permitidas las fotos en Christiania”, amenazan desde el primer momento.
Periodísticamente es una labor difícil retratar lo que sucede en este poblado de 7,7 hectáreas y entre 850 y 1.000 habitantes. El lugar ha sido foco de controversia desde su creación en 1971 en una zona que anteriormente era militar. El cannabis está a la orden del día. Hasta 2004 fue legal, pero desde entonces se aplica la ley antidrogas del gobierno danés y eso ha aumentado la tensión. Aún así, en la plaza principal se vende marihuana en mesas de plástico, como en un mercadillo, sin demasiado pudor.
Lo mejor para mostrar la verdadera Christiania es alejarse de esos puntos de venta. Su gente es diferente, pero agradable. La gente vive despreocupada, feliz, unida. En la Eurocopa y durante un partido de la selección danesa, más aún. “Podéis sacarnos viendo el partido, pero si no salen nuestros rostros”, dice un grupo con una tele entre dos camiones de basura. Están fumando porros. No quieren problemas.
Cerca de allí, en un callejón, hay otros que lo siguen a través de un teléfono móvil. Cualquier dispositivo es bueno para ver a una selección danesa que ha sido noticia de alcance mundial por el colapso de Eriksen. Christiania tiene un pequeño campo de fútbol y hasta tuvo equipo.
Detrás de una valla, junto a una casa de ladrillo, hay una familia que aprovecha el encuentro de Dinamarca para juntarse y hacer una barbacoa. “¿Tengo que desnudarme para las fotos?”, bromea una chica. La gente sabe que hay extraños entre ellos, pero cada vez se siente más cómoda. Pasean con sus bicicletas, con sus graffitis, con su forma de vida. “No quiero verme, tampoco en fotos”, dice una señora. Su compañero, con rastas y una larga barba, no tiene problemas. Mientras esto ocurre, el sonido del partido suena cada vez por más sitios. Cualquier rincón para ver la Eurocopa. Es Christiania, el poblado hippie por excelencia, la comuna en la que se mezcla el fútbol se cuela entre la paz y el amor.