AS (Sevilla)

El monstruo de las comparacio­nes

- LUCÍA TABOADA

Saltó al césped de Wembley como quien se lleva un balón a la arena húmeda de la playa, la zona VIP de las pachangas. Comenzó a dar trotes sobre el césped con ansia. En el minuto 13 filtró un balón perfecto en vertical que le cayó a los pies de Mikel Oyarzabal, un balón sedado que el delantero no correspond­ió con su control. Fueron 45 minutos en los que dio 31 pases sin un solo error. En la segunda parte continuó asociando jugadas como una de las costureras de ‘Las Hilanderas’. Sólo falló un pase, en la prórroga, por la que corrió como si no hubieran ocurrido los noventa minutos previos. Se convirtió así en el jugador con más kilómetros en la Eurocopa, con tres prórrogas en sus piernas. Vio la tanda de penaltis desde el centro del campo, agarrando a Thiago ya Rodri por sus hombros. Rompió a llorar cuando terminó el partido. Se acercó a aplaudir a los aficionado­s españoles mientras le iban cayendo consuelos y abrazos.

odo esto le ocurrió a Pedri en tres horas. Pedri, un chaval de 18 años con alma de veterano del fútbol pero con aspecto de cortarse todavía la piel cuando se afeita la barba delante del espejo. Decía Luis Enrique en rueda de prensa que no había visto a nadie semejante a su edad, ni siquiera a Iniesta. Decía también que hay que cuidar a los jóvenes y enseñarles a asumir y aprender de las derrotas. Quizá lo más destacable y sorprenden­te de la banda que ha juntado Luis Enrique es esa fortaleza mental. Caen y se levantan, algo poco habitual si sucede dentro de un mismo partido, y nada frecuente cuando acabas de entrar en una discoteca por primera vez con un DNI no falsificad­o. Pedri parece moverse sobre el campo como si por él no pasasen las presiones, los adjetivos, los compromiso­s publicitar­ios o las artificial­idades.

ATAhora que la vista está puesta en él es importante que persista en ese trabajo mental

hora que la vista está puesta en él es importante que persista en ese trabajo mental, que consiga hibernar en las críticas y en las loas, y sobre todo, que no le devore el monstruo de las comparacio­nes. Porque el monstruo de las comparacio­nes tiene los dientes muy afilados y se ha comido ya a unos cuantos futbolista­s.

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Pedri, consolado por Laporte.
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