Luis Enrique
Ha montado un bloque capaz de competir y de llevar el peso de los partidos para ganar a cualquier selección. Su inmovilismo táctico no fue óbice para que sí fuera flexible en posiciones puntuales, como acabar poniendo a Azpilicueta en su sitio y sacando a Marcos Llorente durante la prórroga ante Suiza donde más rinde. Genial su movimiento de poner a Dani Olmo de falso 9, sorprendió a Mancini y a Chiellini y Bonucci, que se quedaron sin delantero de referencia. En la lectura de partidos y realización de cambios estuvo irregular yendo de menos a más, aunque en la prórroga contra Italia esperó demasiado. Contemporizó a la hora de hacer sustituciones sin importarle llegar a la prórroga, convencido de que, con su estilo y con el físico de sus jugadores, se iba a imponer, pero ante Italia debió sacar a Marcos Llorente y a Adama Traoré cuando lo tenía previsto y decidió cambiar de idea cuando empató
Morata, como dando por bueno llegar a la prórroga. Debe encontrar pareja a Laporte en el centro de la defensa. Su apuesta innegociable por Pedri la ganó porque lo del canario fue una sorpresa para todos y una exhibición en el fútbol que quiere el seleccionador. Pese a ganar sólo un partido de seis en los 90 minutos, no perdió ninguno y la sensación que dejó el equipo fue muy buena, logrando recuperar la ilusión de los aficionados de La Roja. Aunque mejoró en su trato con la prensa, debe seguir esforzándose en no ver a los periodistas como unos enemigos sino como los trasmisores de su mensaje con la opinión pública futbolera. Es el único de los 24 seleccionadores de la Eurocopa que no concede entrevistas a los periodistas de sus respectivos países.