Oro de récord
Alfonso Cabello, con medallas en Nacionales absolutos de pista, rompió la plusmarca del kilómetro contrarreloj
Amás de 130 kilómetros de Tokio, en el velódromo de Izu, España encontró su primer oro y la tercera medalla de estos Juegos. Se la colgó el ciclista Alfonso Cabello en kilómetro contrarreloj C4-5, con una marca de 1.01.557, nuevo récord mundial, algo que ya tenía en su poder. El cordobés, de 27 años, suma su cuarto metal, después de haber conseguido un oro en Londres 2012 y dos bronces en
Río 2016. Sin embargo, esto no queda ahí ya que el sábado tiene una nueva oportunidad para seguir ampliando su palmarés y competirá en velocidad por equipos junto a Ricardo Ten y Pablo Jaramillo.
La Bala de la Rambla fue el último en tomar la salida y se impuso al británico Jody Cundy (1:01.847) y al eslovaco Jozef Metelka (1:04.786) en una prueba en la que se aplicó la factorización. Es decir, se compensaba con siete décimas de segundo la diferencia de categoría y, por tanto, de grado de discapacidad.
Cabello, a quien le falta el antebrazo izquierdo, compite habitualmente contra ciclistas sin discapacidad y engordan su palmarés tres medallas en Campeonatos de España absolutos de pista: una plata en 2019 y dos bronces en 2018 y 2020.
“Me siento en una nube, he trabajado muy duro durante muchos meses y conseguir el oro es un sueño. He rendido al 150%. Cuando he visto la marca que ha hecho el rival sabía que me tenía que esforzar a tope. Lo dí todo y demostré que las barreras están para tumbarlas”, expresó profundamente emocionado.
Y es que su historia es de superación. Ya de niño su familia le inculcó que podía conseguir lo mismo que los demás, aunque eso pudiera suponerle un plus de esfuerzo. Fue así como pasó de las lágrimas por no poderse abrochar los cordones de los zapatos en el colegio, lo que desató las mofas de sus compañeros, a hacerlo en menos tiempo que ellos. Cuestión de práctica y no desistir, dejando atrás los complejos.
Picó de otros deportes como baloncesto, tenis, balonmano, voleibol o natación. Sin embargo, en el ciclismo fue ganando terreno y carreras... La de Pozoblanco, con sólo nueve años, se convirtió en toda una reivindicación. Se presentó con una bicicleta sin adaptación, sin prótesis, ni freno delantero. Aun así venció. A base de tesón. Algo que ha respirado en casa. Viene de una familia trabajadora, que sabe lo que cuesta ganarse las cosas. Su padre, sin ir más lejos, barría los cristales rotos de las noches de botellón en el velódromo de Posadas (Córdoba) para que Alfonso pudiese entrenar. Con el oro al cuello y lágrimas en los ojos, su gente estaba en su pensamiento.
Currantes Su padre limpiaba los restos de botellones en el velódromo