AS (Sevilla)

Una Champions

El Madrid conquista la Decimocuar­ta, la más difícil de su historia ● Decidió un gol de Vinicius

- LUIS NIETO

El suceso tendrá un lugar de honor en la posteridad por heroico, inexplicab­le, paranormal o sobrenatur­al. O no tanto si hablamos del Madrid, catorce veces campeón de Europa en 67 ediciones (una de cada cinco) y en seis décadas distintas. Una leyenda imperecede­ra. Un vencedor del primer al último día en una competició­n de la que se siente fundador y protector. Un yonqui del triunfo que no ganó ninguna de sus copas por juntar una gran generación, que también, sino que educó a cada generación, independie­ntemente de su calidad, en la victoria: Di Stéfano, los yeyés, los Garcías, las quintas del Buitre y de los Ferraris y la larga saga que arrancó en Cristiano y heredó Benzema. Futbolista­s distintos con idéntica exigencia. En París liquidó al Liverpool, último rascacielo­s, con un portero heroico, Courtois, y con un alborotado­r irreductib­le, Vinicius. Solo le faltó el Bayern para alzar la copa de cinco puntas. Con cuatro, será la más valiosa de siempre. El mérito de este equipo es que su fe estuvo incluso por encima de la de su afición, que ya es decir.

El partido vino de nalgas. Un disparate de organizaci­ón provocó el colapso en la zona de acceso de los aficionado­s del Liverpool y hubo que retrasar el comienzo más de media hora. La UEFA debe una explicació­n. Eso obligó a un doble calentamie­nto de los equipos y enfrió a la grada. La final merecía otra cosa.

Frío también empezó el Madrid, atrapado en esa presión a todo volumen del Liverpool, un equipo que aprovecha todo el tiempo y todo el campo. No se da un respiro. Lo esperaba el grupo de Ancelotti, cuyo primer mensaje en el partido fue buscar en largo a Vinicius y Valverde, la navaja suiza del equipo. Un juego de azar que exige precisión extrema. Lo cierto es que no coló ni lo uno ni lo otro: el Madrid no incurrió en pérdidas fatales, el Liverpool negó todos los esprints de los extremos blancos con un Konaté excelente como factor de corrección. Él fue el verdadero centinela de Vinicius.

Todo hasta que el Liverpool decidió ir un paso por delante, se echó la pelota la espalda y se lanzó al abordaje. En cinco minutos obligó a cuatro paradas de Courtois, dos de ellas excepciona­les, en remates a quemarropa de Salah y Mané. El de este tocó guante y palo. Era la noche del belga. Ahí supo el equipo blanco que los reds están hechos de titanio: resistente­s pero ligeros.

El Madrid se vio inmerso en la dinámica perversa del Parque de los Príncipes y del Etihad. Nadie ha derrapado tanto en esta Champions, aunque siempre acabara volviendo a pista. Su única misión, muy menor, en ese tramo fue guarecerse. La cosa iba de amainar más que de replicar ante la ceja alzada de

 ?? ?? Modric y Marcelo, acompañado­s por Rodrygo, ofrecen el trofeo de la Champions a la grada donde se ubicaban los aficionado­s madridista­s.
Modric y Marcelo, acompañado­s por Rodrygo, ofrecen el trofeo de la Champions a la grada donde se ubicaban los aficionado­s madridista­s.
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