AS (Sevilla)

El Madrid Dispara al aire

Los blancos rozan los octavos después de pasar por encima del Shakhtar en todo menos en el marcador Rodrygo brilla como segundo punta la bandera del equipo ● El gol se le niega a Benzema

- LUIS NIETO REPORTAJE GRÁFICO JAVIER GANDUL Y JESÚS A. ORIHUELA

Quizá sea para mantener al personal atento a la pantalla, pero lo cierto es que el Madrid alarga los partidos más de lo aconsejabl­e y no siempre echa el telón con un final feliz. Osasuna puede explicarlo. Esta vez exageró el gesto. Pasó por encima del Shakhtar, al que acribilló a disparos (35), pero le mantuvo vivo hasta los postres imprudente­mente. Un partido monocolor que le deja a un paso de octavos con un resultado engañoso que dejó algunos apuntes interesant­es: Rodrygo es estupendo como mediapunta y por ahí se le adivina un porvenir, Vinicius empieza a estar fuera de concurso y Benzema anda sin munición.

En año de Mundial de guantes y bufanda todo ahorro energético es bienvenido. Suena a recomendac­ión gubernamen­tal, pero al fútbol llegó antes el eslogan. Y Ancelotti ya tiene su plan, que este año pasa por la Champions. El italiano intuye que esta vez no habrá escapada en la Liga y que es la competició­n europea la que le ofrece la oportunida­d de repartir el gasto. Ganando puntos se compra descanso, que está igual de caro lo uno que lo otro. Así que el Madrid salió ante el Shakhtar a mano armada, con el mejor equipo posible menos el lesionado Courtois y sin Modric, que merece cuidados intensivos, por su edad y por su relevancia en el equipo. Ancelotti sabe que el camino hacia Cibeles exige no dejar cabos sueltos y al croata le quiere de punta en blanco para las últimas escenas.

El Shakhtar intenta disimular su drama. Procura no jugar como un equipo en medio de una guerra, exiliado o amenazado según salta de una competició­n a otra, pero con la fuga de sus brasileños se ha quedado en la mitad. Se vio desde el comienzo. Ese Shakhtar descarado que tuvo al Madrid en vilo en las dos últimas visitas se ha convertido en un equipo encogido, sin salida, sin la pelota, que le duró un suspiro, extraordin­ariamente sometido. Así que los de Ancelotti dominaron a placer poniendo rumbo a Vinicius. El equipo se vence a la izquierda de modo instintivo porque no hay cortafuego­s que le resista y moldea su figura a gusto del brasileño. Así, Valverde ocupó esta vez la derecha y Rodrygo se estableció como segundo punta para reordenar el equipo en un 4-4-2 y ampliar el frente de ataque ante un adversario muy empobrecid­o por el conflicto que azota al país.

Tampoco ayudó al equipo ucraniano encajar un gol antes del primer cuarto de hora de forma casi accidental. Rodrygo quiso pasar por donde no cabía un alfiler y acabó encontrand­o una pared involuntar­ia en Stepanenko. Como vive con el dedo en el gatillo aprovechó el rechace para marcar desde la

● Vinicius volvió a ser

frontal con un tiro que pareció al alcance de Trubin.

El partido era y siguió siendo del Madrid ante un adversario inexistent­e en los dos lados del campo: invisible en ataque, transparen­te en defensa. Y a esa extrema debilidad ucraniana se sumaba la enorme precisión del Madrid. El segundo gol fue buen ejemplo de fútbol relámpago. Valverde, Benzema, Rodrygo y Vinicius desmontaro­n a un toque la defensa del Shakhtar. El último puso el broche. Cuatro goles en cinco partidos al equipo ucraniano, con el que la tiene tomada. Ese es el gran cambio de Vinicius: ha pasado de amenizar los partidos a decidirlos.

A partir de ahí el Madrid se volvió torrencial. Al propio Vinicius, Benzema y Valverde se les fueron ocasiones clarísimas, hasta que de tanto gustarse el equipo acabó descuidánd­ose. Zubkov recortó distancias con una acrobacia imperfecta: acabó voleando de espinilla ante una defensa de brazos caídos. El resultado, por ajustado tras un festival blanco (17 disparos en el primer tiempo), era tan inexplicab­le como la dejadez del Madrid en la jugada.

En la segunda parte menguaron los blancos y asomó Mudryk, un exterior muy por encima de la media de su equipo. Ni lo uno ni lo otro sirvieron para equilibrar un partido en el que todo pasaba por un jugador: Vinicius. El brasileño desbordaba una y otra vez a una defensa permisiva a la espera de que alguien desenfunda­se. Ese alguien debía ser Benzema, pero algo le separa del gol este año: un primer control impreciso, un remate demasiado centrado, un portero listo, una décima de segundo de retraso. Todo se le queda en un casi aunque, remate aparte, anduvo impecable. Tiene malacostum­brado al personal.

En cierto modo, Rodrgyo es su contrapunt­o. Aparece menos, participa menos, pero va al grano en cuando huele el área. Cada intervenci­ón suya acabó en remate. Quizá por directo y sencillo pasa más inadvertid­o que Vinicius, pero está cargado de dinamita. Una lástima que se fuera tocado.

Ancelotti quitó entonces a Tchouameni, el antidistur­bios, para meter a Camavinga, que como pivote juega al filo de lo imposible. Y el Shakhtar quiso aprovechar esa rendija. El runrún, para entonces, había invadido el Bernabéu, que empezaba a creerse más al marcador que al equipo. Se quedó en eso porque el Shakhtar anda justo de artillería. No todos los que pasen por el Bernabéu llegarán tan desarmados y entonces al Madrid se le exigirá otra puntería.

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Trubin mira el balón dentro de la red mientras los jugadores del Madrid celebran el primer gol marcado por Rodrygo.
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