Hizo equipo y supo ganarse a sus futbolistas
■ Sin experiencia en el banquillo, la llegada de Fernando Hierro al Oviedo venía avalada por su amplia trayectoria futbolística. Del Bosque, Capello, Ancelotti y Clemente fueron algunos de sus dispares maestros. Sin embargo, a la hora de dirigir, el técnico se quedó con un consejo de otro de sus referentes, Radomir Antic: intentó crear un Oviedo que no se aferrara a un solo sistema, un equipo que se adaptara a las circunstancias.
El Oviedo de la 2016-17 empleó diversos sistemas tácticos (4-4-2, 4-2-3-1, 5-32) y mutó frecuentemente su propuesta futbolística. Era capaz de apostar por la pelota una semana y, a la siguiente, replegar y buscar la contra. Los críticos lo vieron como una falta de identidad. Hierro se defendía aduciendo que su equipo era capaz de interpretar varias partituras. En el día a día, el entrenador se mostró dialogante, con mano izquierda. Alejado del cartel de técnico autoritario que se le presuponía, supo llegar al vestuario y gestionar el grupo. Los futbolistas estaban de su lado.
Una de las figuras más importantes en aquel Oviedo fue Julián Calero, su segundo. Calero llevaba la voz cantante en los entrenamientos, con Hierro siempre en un segundo plano. El malagueño siempre confió en su equipo de trabajo. El Oviedo de la 1617 fue fuerte en el Tartiere, donde cayeron casi todos los favoritos. Pero fuera de casa se diluía hasta encajar goleadas inexplicables. La suma de las dos versiones no le dio para estar en el playoff y la etapa de Hierro llegó a su fin.