A Higuaín pueden caerle dos partidos de sanción
Cristiano intentó calmarlo: “No hizo nada malo”
Gonzalo Higuaín nunca quiso dejar a la Juve, por la que abandonó el Nápoles hace dos años partiéndole el corazón a los tifosi azzurri (que todavía no le perdonaron y difícilmente algún día lo harán). Desprenderse del Pipita fue una decisión del club bianconero, que no quería (ni podía) permitirse el lujo de mantener al argentino con la llegada de Cristiano.
El exmadridista se sintió traicionado y, por eso, quiso jugar el Milán-Juventus del domingo a toda costa: se había lesionado la semana anterior en Udine y estaba tocado, pero logró salir de inicio. Gattuso le advirtió públicamente: le veo nervioso, debe estar más tranquilo. Ni caso: el Pipita saltó al campo como un león y, cuando forzó el penalti que podía cambiar el rumbo del encuentro, se presentó desde los once metros sin considerar que ahí lo tenía todo por perder. Szczesny le conocía bien y su parada amplío la larga y dolorosa maldición del punta con las penas máximas. Pero lo peor aún estaba por venir: instantes después de que Cristiano, justo él, hiciera el 2-0 que le condenó a la derrota, Higuaín perdió los papeles. Totalmente. Protestó, quizás con razón, por una falta que no tenía influencia, pero se pasó varios pueblos (“siempre a mí, siempre a mí”, gritaba).
El árbitro le tuvo que amonestar e, inevitablemente, expulsar.
Ahí el argentino comenzó un show casi idéntico al que protagonizó en Udine hace dos años, cuando su Nápoles se despedía por enésima vez el sueño del scudetto.
Compañeros y rivales intentaron calmarle, pero no hubo manera. Higuaín empujaba y alejaba a todos, no contenía su rabia ni con su amigo Cristiano, que le defendió: “Le decía de no pasarse, no quería que le sancionaran. No hizo nada malo”. Tras el triste espectáculo, no obstante, Higuaín tuvo el valor de dar la cara: “Le pido perdón a todos, pero no somos robots, tenemos emociones. Los árbitros deberían entenderlo”. El delantero volvió a disculparse ayer en las redes sociales, aunque sus gestos podrían costarle hoy al menos dos partidos de sanción y, sobre todo, otra mancha en una carrera repleta de éxitos, pero también de noches para olvidar. La del domingo es una más para su lista negra.
Al árbitro “No somos robots, tenemos emociones, deberían entenderlo”