Años no es nada
La Academia Equelite vive sus ‘bodas de plata’ por la singular relación de lealtad entre Ferrero y Cascales
su llegada “con mucho cariño”. “Verlo desde cero hasta lo que es hoy en día es muy bonito”.
El ascenso internacional del tenista nacido en Ontinyent en 1980 facilitó el desarrollo de la Academia, cimentada en una relación de lealtad singular entre él y Cascales. “Nunca me dedicó abiertamente un título, pero cuando nació su hija fui su padrino. Y llevamos 30 años juntos aunque tuvimos broncas enormes y durante dos cursos le entrenó José Perlas, contra su voluntad, porque yo le convencí”, explica Antonio, el ‘abuelo’ de los dos hijos de Ferrero, quien lo confirma: “La nuestra es una historia que pasó de la relación entrenador-discípulo a algo personal y familiar. Antonio es muy importante para mí”.
Gracias a esa fidelidad y por el trabajo de Cascales para conseguir el apoyo de las instituciones de la región (“No tenía ni idea del tema organizativo”, reconoce), en una villa del interior levantino emergió un centro que compite con los mejores del mundo y por el que pasaron jugadores de la talla de Ferrer y Almagro. En una de sus cabañas vivió Sharapova para preparar varios años la gira de tierra y ahora conviven un top-10 como Carreño y la gran esperanza del tenis español, Carlos Alcaraz, a quien prepara el propio Ferrero. “No queremos meterle presión, aunque todos pensamos que puede llegar muy alto y muy rápido”, argumenta el valenciano, que ha fichado a su paisano Carlos Gimeno, subcampeón júnior de Wimbledon en 2019. Y es que la Academia atrae. “Estamos muy involucrados y el ambiente es familiar. Antonio vive aquí, yo también, como muchos de los entrenadores. Es un trato personal y personalizado”, dice, orgulloso, quien le da nombre. “Mi filosofía es poner el interés del jugador por delante. Es lo que hice con Juan Carlos”, concluye Cascales. Así