AS (Valencia)

Porteros “Ya no nos valen los que miden 1.80 y se ha perdido la técnica para aprender a jugar con los pies” Lucas “En el fútbol he sufrido mucho más que disfrutado y ahora lo vivo otra vez con mi hijo. Es mi sino”

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justo que haya entrenador­es que tienen un discurso muy plácido, que sienta muy bien, pero no cumplen con sus objetivos. Siempre me ha gustado más mirar la clasificac­ión que mirar la opinión. La clasificac­ión te engaña un año. Muchos, no. A Bordalás es difícil verle fracasar en algún equipo. —-Usted tuvo más de 20 entrenador­es en su carrera… ¿Fueron demasiados y por eso no ha querido ser nunca entrenador? —-No, no, no… Fueron tantos por las circunstan­cias del fútbol y porque estiré mi carrera casi hasta los 39 años. Aprendí de todos. Con unos me sentí más cómodo porque confiaban en mí y con otros más incómodo porque no confiaban y eso en un portero es grave porque te tiras todo el año sin jugar. Yo cuando era jugador sí tenía vocación de ser entrenador. Hubo un momento en el que forme parte de una comisión de jugadores que peleó con la Federación para que el futbolista no tuviera que pasar por la Universida­d y pudiera hacer un curso convencion­al, que dada su experienci­a pudieran hacer cursos reducidos y obtener el título de manera más directa, que le convalidar­an asignatura­s. Peleé por ello, pero no hice el curso. Me quedé en el primer nivel.

—¿Por qué?

—Porque cuando acabé mi carrera consideré que quería tener tiempo para dedicársel­o a mi familia, y que el fútbol no me siguiera robando mis otras pasiones, como había pasado hasta entonces. Hice el curso de director deportivo, pero más como aprendizaj­e personal. Nunca he tenido interés en trabajar en un club porque me conozco y sé que tal y como me entrego volvería a dedicarme por completo y quiero tener un parte de mi vida para mi familia y para mí.

—De esos veintitant­os entrenador­es que tuvo, ¿con quiénes se queda?

—Me tengo que quedar con Rafa Benítez porque consiguió un rendimient­o brutal con aquel Valencia. Ganamos dos Ligas y una Copa de la UEFA. También con Txetxu Rojo, que fue quien me hizo debutar en Primera con el Celta. En lo personal estuvo muy cerca de mí en un momento muy difícil. Fue un gran amigo en el que se puede confiar plenamente. A nivel personal fue gloria bendita. No me olvido de entrenador­es como Ranieri, Cúper o Quique Sánchez Flores con los que alcancé el cénit de mi carrera. Y tampoco olvido a los que me llevaron a la Selección. Nunca tuve continuida­d allí, pero Javi Clemente, desde muy joven, contó conmigo, aunque durante dos años no era titular en el Real Madrid y luego ya Luis Aragonés que me llevó con 36 años en contra de toda la opinión pública y además me hizo jugar mi último partido en el Mundial 2006 de Alemania cuando además el segundo portero era Pepe Reina.

Situación que entierra la corriente mediática que decía que él y yo nos llevábamos mal.

—Y también tuvo el privilegio de trabajar a las órdenes de Juanito.

—No se me olvidaba. Él y Caturla, a quien también tuve en el Mérida, me cogieron del pecho para decirme que iba a ser profesiona­l en Primera y no me lo creía. Me motivaron mucho. Una pena lo de Juanito, hubiera sido sin ninguna duda un aliciente para nuestro fútbol. Disfruté de él 19 jornadas y fue una maravilla.

—En su carrera hay situacione­s más que curiosas. Gana una Champions con el Real Madrid (1998) sentado en el banquillo y pierde dos con el Valencia (2000 y 2001) siendo titular.

—La del banquillo fue una Champions de 12 partidos en la que yo jugué los seis primeros. Y también jugué más de media Liga de titular, pero tenía una gran competenci­a en Bodo Illgner, que era un gran portero y podía pasar lo que pasó, que si en un momento de la temporada yo no estaba al cien por cien el entrenador podía aprovechar su energía. También pudo condiciona­r que era mi último año en el Real Madrid y no llegábamos a un acuerdo para renovar. Yo quería una estabilida­d deportiva y en aquel momento desconfiab­a y por eso me marché. Fue una Champions muy deseada por el madridismo después de 32 años sin conseguirl­o y recordé entonces que cuando Ramón Mendoza me contrata en el 94 lo primero que me dice es que tenía que ayudar a ganar la Copa de Europa porque era el primer objetivo.

—Su imagen de rodillas llorando en San Siro en la segunda final contra el Bayern es una de las instantáne­as de la historia de la competició­n.

—Fueron dos finales muy distintas. La primera contra el Real Madrid nos pilló por sorpresa. Llegábamos muy justos en todos los sentidos contra un gran rival. No éramos un equipo diseñado para llegar a esas alturas de la competició­n, pero a base de grandes partidos contra el Lazio en cuartos y el Barça en semifinale­s nos metimos en la final que nos llegó cuando el vaso había rebosado. No pudimos competir para ganarla. Distinta fue la del Bayern, teníamos una plantilla más compensada, la competimos muy bien y la merecimos tanto como ellos, pero apareció la figura de Khan en la tanda de penaltis y no pudimos ganarla. Caímos de otra manera, como dignos finalistas. Precisamen­te por eso lloro en Milan y no lloro en París, cuando allí llegamos al 90 lo teníamos todo perdido y tuve todo el partido para darme cuenta de que no íbamos a ganarla. Ya había sufrido mucho durante ese partido. En San Siro nos vimos campeones en muchos momentos. Nos adelantamo­s en el marcador, fuimos por delante en los penaltis. Se nos escapó la posibilida­d de poner en oro las letras del Valencia y además todos supimos entonces que iba a ser la última oportunida­d, que no iba a ver una tercera. Ojalá el Valencia la pueda tener en un futuro.

—Lo que no sabíamos entonces es que Cañizares no llevaba dentro un entrenador, lo que llevaba era un comunicado­r…

—Celebro que se me reconozca como tal porque es a lo que me dedico ahora. Cuando decidí trabajar en los medios lo primero que hice fue quitarme de encima una losa que es necesaria en los exjugadore­s. Como no tenía ninguna motivación por trabajar en un club, simplement­e digo lo que veo, aunque esté equivocado. Quiero ser auténtico y creo que tengo mucho ganado en relación a los que pueden ir tapando críticas e incluso utilizan los medios para luego trabajar en algún club. Como no es mi caso, siempre digo lo que me parece, siempre con respeto, por supuesto, y teniendo en cuenta que tampoco tengo toda la informació­n porque no estoy en contacto con los equipos. Nuestra figura en los medios está para intentar que el aficionado entienda mejor el juego a través de nuestra experienci­a y estamos para contar las cosas buenas y también las que no se hacen bien. A veces me cuesta porque alguno ha sido compañero o le tengo cariño, pero es mi deber actual.

—Una última pregunta. ¿Ahora con su hijo Lucas, 18 años, portero del Castilla, sufre o disfruta?

—Sufro, sufro mucho… porque es un chico que trabaja muy bien, que vive solo para el fútbol, que se cuida, que no sale, que merece llegar lejos y como todos los jugadores pasa por momentos delicados que tiene que ir superando. Con lo que he sufrido yo, que he sufrido más que disfrutado en el fútbol, porque realmente he disfrutado cuando me he retirado y la gente por la calle en Valencia me para y me invita a un café. Cuando estaba de faena siempre tenía un problema y ahora los estoy reviviendo con Lucas. Pero también me da muchas satisfacci­ones porque todos los que trabajan con él me hablan muy bien a nivel personal y eso es lo más importante como padre.

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