AS (Valencia)

La Selección exuberante

- CARLOS MARAÑÓN

Que guarden algún gol para el siguiente partido, pensó cualquier español crecido entre los ecos de la memoria de Katalinski, de La Martona y Naranjito, del penalti de Eloy o del codazo de Tassotti. Más acostumbra­dos a la zozobra inicial que a pasearnos en primeras fases, sin embargo, ayer vivimos un ciclón que combinó el dominio de la posesión con la clarividen­cia en la definición. Los de Luis Enrique (nunca un sintagma futbolísti­co fue más apropiado) fueron un equipo exuberante, capaz de una idea tan imposible como devastador­a: desatarse en ataque y resultar equilibrad­o al mismo tiempo.

LQue guarden algún gol para el siguiente partido, pensó cualquier español

os mismos que rieron las derrotas de Argentina y Alemania dirán que Costa Rica no era rival. Pamplinas. La ilusión que nació en el estadio Al Thumama recuerda con media sonrisa aliviada los Mundiales que truncaron otros supuestos don nadie como Irlanda del Norte, Nigeria o la Rusia de Putin. La cicatería habitual de un país en cuya opinión pública (como en la federación o en el seno del propio combinado; no son ellos, somos todos) no ha habido ni medio debate sobre las contradicc­iones de la disputa de un Mundial en Qatar contrasta con la determinac­ión de la Selección en su estreno. Ajeno a todo lo que rodea al fútbol, el equipo sin gestos políticos no tiene dudas futbolísti­cas.

DIncluso la alegría se desbordó. Récord de pases, récord de goles, récord de expectativ­as que le va a tocar gestionar a un selecciona­dor que nunca buscó la empatía gratuita, el menos tribunero de los entrenador­es del mundo, el que más se la juega, no va más, al resultado que logre su equipo. Un terco talentoso al que le da igual no hacer amigos. Un osado que sabe siempre a qué juega, que puede ganar o perder, pero va un paso por delante. Un selecciona­dor con un plan, empeñado en tener razón.

espués de ver Los siete magníficos en 1960, el maestro Akira Kurosawa, realizador de Los siete samuráis, el clásico en el que se basó la película de John Sturges, quedó tan impactado que le mandó al director una espada ceremonial como regalo. Tras el siete magnífico ante Costa Rica, los hinchas españoles deberíamos regalarle a Luis Enrique más preguntas liberadora­s para sus ceremonias en redes. Y que siga el streaming.

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Los jugadores aplauden a la afición tras el partido.

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