Exhibición y resistencia
El Madrid firma un inicio espectacular y aguanta la reacción del Olympiacos Musa, 20 puntos ● A por la Duodécima
El Madrid ganó una nueva batalla del pulso infinito al Olympiacos y tiene una cita con la historia, mañana en el Uber Arena, a solo unos metros del mayor tramo que queda en pie del muro que dividía a Berlín en la Guerra Fría. Aspira a levantar su duodécima Copa de Europa en su 21ª final, la séptima desde 2013, la tercera seguida. Y ansía encadenar dos títulos como las grandes dinastías, como hicieron Ferrándiz, Luyk, Brabender y compañía en 1968, hace 56 años, pero ahora con Chus Mateo en el banquillo. La leyenda espera a la vuelta de la esquina, a un victoria. Dobló la rodilla el Olympiacos tras recortar una desventaja de 25 puntos a solo 8 y aguarda otro griego, un Panathinaikos con cabeza pensante turca, la de Ataman.
Un éxito colectivo con protagonismo de la vieja guardia vikinga, de los Sergios, sobre todo, de un gran inicio de Supermario Hezonja, de Tavares, Poirier y Yabusele por dentro, de las 9 asistencias de Campazzo y su defensa y de Musa, por supuesto, y sus 20 puntazos. Su trabajo en verano para fortalecer la mentalidad en la cima da sus frutos cuando toca, en mayo.
Aprender a ganar cuesta esfuerzo y sinsabores, pero una vez que un bloque de semejante talento en su punto de madurez adquiere esa rutina triunfal, resulta muy difícil frenarle, casi imposible para un equipo inferior. Porque este Olympiacos lo era, pese a su corazón, garra, magnífica defensa y a estar fenomenalmente entrenado, pero eso no lo compensa todo. Y no lo hace frente a un Madrid que lleva bien el cartel de favorito, que sabe que no consiste en exhibirlo y pavonearse, sino en sujetarlo con fuerza para que no te lo quiten y apretar los dientes, no relajarse y mantener la concentración alta. La puesta en escena fue un compendio de todo eso y de algo más, porque estuvo rematado por un acierto fabuloso. En el primer cuarto, 6 de 8 en triples con tres seguidos de Hezonja (42 a 1 en valoración).
Sergio Rodríguez.
Musa celebraba una defensa con los puños al aire, Causeur, siempre listo en el día D, colocaba un gorrazo para cerrar el cuarto (28-10) que arrancó con Ndiaye de titular, como hace un año contra Mirotic. Labor de desgaste para desahogar a Yabusele. Y con el francés ya en cancha, llegó la rotación. El citado Causeur, Rudy, Poirier… y el mejor Sergio Rodríguez. Como si fuera Kaunas en la primavera pasada, congelado en el tiempo, con acciones de genio: dos triplazos y tres asistencias en 6 minutos (54-29).
Una renta tan grande conlleva cierto peligro, el de pararse inconscientemente. El rival, además, se iba al vestuario con algo de ánimo y en la reanudación el parcial se estiró a un 0-9. Un triple de Williams-Goss y otro de un gran Peters (12 tantos en el tercer cuarto) ponían el 66-56. Había semifinal. El Real se atascaba porque jugaba a otra cosa, poco pase y mucho bote. Fallos, pérdidas y alguna canasta fácil que agradecía un oponente que no va sobrado de anotación. Triple de Llull, bocanada de aire y gran canasta del capitán driblando. Pese a esos arrebatos, la persecución continuaba: 77-69 y aún medio cuarto. Técnica a Bartzokas, la clase del Chacho y con 83-73 la puntilla, dos canastas de Musa sin oposición. La Duodécima espera en Berlín.
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