Alarma por las tarjetas amarillas ante el Clásico
El Barça empieza a pensar en la cita con el Madrid
El Barça todavía debe jugar dos partidos antes del Clásico del 18-D (Mallorca y Real Sociedad), pero sólo un jugador, Clement Lenglet, está amenazado realmente por las tarjetas y tiene en riesgo su participación ese día. Jugadores como Piqué (segundo ciclo), Júnior, Suárez y Griezmann acumulan dos tarjetas amarillas por lo que su participación no está en riesgo.
Existe curiosidad por saber cuál va a ser la gestión de Lenglet y de su técnico, Ernesto Valverde, de esas tres tarjetas. La primera opción es que no haya estrategia y Lenglet aguante hasta ver la quinta. Umtiti ha dado síntomas de buen rendimiento contra Leganés y Borussia Dortmund. Podría pensarse que no hay que hacer nada raro para proteger a Lenglet. La segunda opción es que Valverde, si Lenglet ve tarjeta contra el Mallorca, le siente en el partido de Anoeta para evitar una hipotética quinta amonestación.
Jugar con estas cosas, sin embargo, suele ser traicionero. Sólo hay que recordar el caso de Dembélé. Expulsado contra el Sevilla por Mateu Lahoz, parecía baja segura para el Clásico. Luego, el partido contra el Madrid se aplazó al 18 de diciembre y todos pensaron que el gran beneficiado sería el francés. Ahora está recuperándose en un hospital de Doha. La situación del Barcelona a 11 días del Clásico contrasta con la del Real Madrid, que a día de hoy sufre una plaga de lesiones.
Hazard ya es baja segura para el partido y Bale y Marcelo son dudas. Por parte del bando barcelonista, en cambio, Valverde sólo tiene la baja segura del ya mencionado Dembélé, mientras que, más allá de sanciones o de lesiones sobrevenidas en los próximos compromisos, Jordi Alba y Nelson Semedo apuran sus opciones para llegar al partido en condiciones. En este sentido, al Barça le ayuda haber sellado ya la clasificación para los octavos de la Champions.
u voluntad era contar, a nivel político, lo que muchas veces contó como lo que era el encuentro Barcelona-Madrid en clave de fútbol. ¿Tendría alguna vez esa dicotomía un punto en el que confluyeran? Acabó su pesquisa, y su libro, el domingo de la victoria de Aznar, que él vivió ante el edificio del PP, donde el gentío gritaba: “¡Pujol, enano, habla castellano!” Entonces llamó a su editor, le preguntó si podía ver el final del partido en su casa, y allá fue. El partido era un Barça-Depor. Un comunista hasta la muerte, su interpretación del fútbol era política, como su propia alma sentimental. En Triunfo dio a la luz (con dificultad: en la revista no vieron que fuera un texto urgente) su mayor contribución a la historia del Barça, en su Crónica sentimental de España, donde prolongó, como dice en un muy hermoso prólogo el maestro Julián García Candau, aquella expresión del presidente
Narcís de Carreras, El Barça es mès que un club.
Apartir de esa metáfora, como Osúa cuenta en su libro, Vázquez Montalbán recrea victorias y derrotas (sobre todo estas últimas) para identificar el alma de Cataluña y del Barça con una historia común que, en medio de las dificultades, políticas o de otro orden, se convirtió en algo muchísimo más que fútbol. Desde el principio de los tiempos, cuando era su afición común con la que sería su mujer, Anna Sellés, y su amigo Josep Termes.
EAdvertido Lenglet es el jugador que más peligro corre, imprevistos al margen
l libro no es solo un homenaje a Manuel Vázquez Montalbán y un análisis de un ideario sentimental y político al que el espíritu del fútbol le dio pasión y brillo. Es, sobre todo, un recuerdo a quien le dio vigor y futuro a un oficio que, cuando él empezó a escribir, estaba arrojado al rincón del desperdicio: el oficio de escribir de fútbol. Y no solo: el oficio sentimental de amar el fútbol y decirlo. Aquella noche, en Madrid, viendo el Barça-Depor estaban, en una sola persona, el periodista, el escritor, el cronista, el aficionado y… Manolo. En una sola pieza, como dice Osúa, el hombre que hizo del fútbol un instrumento de “memoria subversiva”.