Cogió al Málaga en Segunda, lo ascendió y lo llevó a jugar la UEFA
español que se iba al Calcio tras Luis Suárez y Luis del Sol. Fue una venta polémica. El Atlético necesitaba dinero. Su economía era delicada. Cientos de aficionados, enfadados, cortaron la calle Barquillo (sede del club) para protestarle al presidente, Javier Barroso. No hubo marcha atrás. El Galgo se fue al Torino, donde estuvo dos temporadas. Y de allí, al Inter de Herrera, con quien ganó dos Copas de Europa para terminar en el Roma, donde se retiró con 34 años. A pesar de su talento Peiró sólo fue 12 veces internacional con España, aunque jugó los Mundiales de Chile 1962 y de Inglaterra 1966.
Ya como entrenador tuvo buenas experiencias. Era un técnico partidario del buen fútbol, socarrón y bondadoso, al que no se le escapaba un detalle. “Yo sé cuando un jugador ha salido por la noche nada más verle, porque yo también salí cuando era jugador”. Dirigió al Atlético Madrileño, el filial rojiblanco con el que llenaba el Calderón los domingos por la mañana, al Granada y al Figueres. Estando en este equipo, en marzo de 1990, Gil decidió ficharle tras despedir a Clemente. Pero Peiró chocaba con el carácter volcánico del presidente y fue destituido poco después. Tras varios años sin entrenar llega al Badajoz en 1997 y lo salva de un descenso seguro. De ahí pasa al Málaga, donde retoma se convierte en leyenda en La Rosaleda. Ascenso a Primera, la UEFA, un once para la historia, y el cariño de toda una ciudad. Su apellido para siempre.
Técnico