Banega y la falta de pegada
Un buen puñado de oscuras golondrinas planeaba sobre las gradas del Pizjuán justo antes de empezar el duelo y éste, que es sevillano de carnet y poeta en las frustraciones, se acordó automáticamente de Gustavo Adolfo Bécquer. Para cuando el Barcelona le andaba ya pegando un meneo (estéril) al Sevilla, las golondrinas habían desaparecido, como desaparecido en combate pareció durante bastantes minutos el equipo de Lopetegui. Muchas guerras abiertas, pocos enfoques, escasa precisión. Y una razón esencial para todo eso: no había tenido el balón nunca.
Por mucho que se hable de su empaque atrás, este Sevilla defiende a través de la pelota. Por algo anda este año como segundo con más posesión de todo el campeonato. El Barcelona, vaya noticia, domina esa clasificación. Y más desde que lo dirigen Setién y su credo innegociable de pensar en circular más que en rematar. La salida de Banega, un futbolista de talento superlativo, digno de haber vestido como azulgrana, equilibró las cosas en el centro del campo para que los locales coleccionaran algunas de las mejores ocasiones de la noche. Asomó entonces, ahora sí, el gran lunar sevillista de esta temporada: la falta de pegada. En las botas cansadas de Reguilón solo como la una ante Ter Stegen se perdió la alegria completa de Nervión, mientras las golondrinas regresaban a su sitio.