AS (Valladolid)

Apela a las virtudes propias pero ha ensayado con tres centrales

- J. ANTONIO ESPINA LA PREVIA

Vuelve el público a las gradas del fútbol de superelite aunque los rigores de la pandemia, creciente en Hungría, España y Alemania, provoque que menos de 2.000 forasteros, más los hungaros que se animen, vayan a tener la ocasión de dar color al coqueto estadio en honor de Cañoncito Pum, el Puskas Arena. Juegan el Mia San Mia (nosotros somos nosotros), ese grito de pertenenci­a y sobre todo determinac­ión del Bayern, contra el Nunca se Rinde con el que el Sevilla convierte sus finales en un pequeño Sánchez Pizjuán. Budapest acoge esta noche una Supercopa de pronóstico desigual que enfrenta a dos entidades modélicas. A escala gigante el Bayern, capaz de sostener su mastodónti­ca estructura mediante un carácter muy bávaro, poco internacio­nal, y con recursos básicament­e autóctonos. Menos faraónica, pero tan propia y especial, es la personalid­ad de este Sevilla que construyer­on los fichajes de Monchi en dos etapas, inaugurada la segunda con más plata para las vitrinas, otra vez, y cuyo estado de gloria pretende alargar derrotando a un club siempre fiero que estos días de goleadas comienza a parecerse a Godzilla.

Ocho le metió al agonizante Barcelona de Setién en los cuartos de la Champions que acabó por ganar a finales de agosto en Lisboa y con ocho abrió también el viernes la Bundesliga ante el Schalke. Entrenador de

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Diego Carlos, central del Sevilla, ayer en Budapest.

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