En Sochi no hay virus
La F1 se topa con otra realidad: sin mascarillas ni distancias fuera del circuito
El diálogo se repite al tramitar el visado, antes de subir al avión o al llegar a la frontera, siempre con final feliz. “¿Sabe que la entrada a Rusia está prohibida para extranjeros?”, preguntan. “Fórmula 1”, se responde. El consulado de Milán facilitó el procedimiento en la semana del GP de Italia y, en apenas 24 horas, cualquier trabajador del campeonato tenía autorización para viajar. Luego empieza la odisea aeroportuaria entre Madrid, Londres, Moscú y Sochi. La F1 puede ser el deporte que mejor ha lidiado con el coronavirus, capaz de mover a 3.000 personas por siete países y realizar unos 50.000 test con 17 positivos en tres meses. Pero en Sochi su inexpugnable burbuja se pone a prueba.
A un lado de la valla, dentro del circuito, equipos y organización, el paddock, sometidos al exhaustivo protocolo de la FIA. Todos han superado al menos dos test PCR en los últimos cinco días y apenas hay nueve periodistas internacionales, entre ellos AS, aparte de las televisiones con derechos. Al otro, miles de turistas en Adler, destino vacacional de la clase media rusa donde en 2014 se celebraron los Juegos Olímpicos de Invierno. Las villas para deportistas se reconvirtieron en hoteles y rozan el lleno.
Las aglomeraciones en las playas del Mar Negro, piscinas, comedores, escenarios o bares son constantes. No hay mascarillas ni distancia social y no parece que preocupen las consecuencias de la pandemia. Según datos oficiales, en Rusia ha habido un millón de casos de COVID-19 con 20.056 fallecidos y la infección permanece activa en 181.000 pacientes.
En la región de Sochi, Krasnodar, hay contabilizadas 265 muertes y 2.865 positivos sobre una población de cinco millones de personas. “Por aquí está bien”, traslada personal del hotel. Otras fuentes consultadas prefieren “no entrar en lo político”, pero advierten de que se ha querido “respetar la temporada de vacaciones por el turismo”. “La mascarilla es obligatoria en muchos lugares, pero a demasiada gente le trae sin cuidado”, cuentan. La excepción son los trabajadores de la carrera.
Ingresos. Dos mundos, la burbuja de la F1 y la vida real de Sochi, que convergen en la grada: el promotor ha vendido cerca de 20.000 localidades. Este gran premio aporta cerca de 45 millones de euros a las cuentas de Liberty Media y es un salvavidas en una temporada de cancelaciones y mínimos. La grada evoca a cualquier otro año y en la calle se respira vieja normalidad. Como si en Sochi no existiera el virus. Como si eso fuera posible.