AS (Valladolid)

El gol es un problema, obsesionar­se lo multiplica

Los 17 remates no rindieron beneficios A Luis Enrique le toca ahora trabajar con eficacia el aspecto mental

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La temperatur­a de los equipos se mide en los momentos de dificultad, y a esta realidad se ha expuesto España después del empate con Suecia. El resultado exige a la Selección buena letra, fortaleza mental y más puntería en los partidos con Polonia y Eslovaquia. Sus 17 remates contra los suecos no le rindieron beneficios. Peor aún, alimentó un temible fantasma: la sequía irremediab­le. Más delicada que la carencia de gol es el vértigo que empieza a instalarse en el entorno del equipo y quién sabe si en los jugadores. Cuando un problema se convierte en obsesión, la dificultad en resolverlo se multiplica exponencia­lmente.

Aunque los goles dirimen el resultado, España ofreció una versión competente en su primer partido. Todo lo que hizo bien (el control casi absoluto del juego, el empaque y la producción de ocasiones) pasó casi inadvertid­o frente a su desencuent­ro con el remate. Si la Selección se vuelve aprensiva por su falta de contundenc­ia, el problema será doble: de gol y de creciente desconfian­za.

El equipo sabe que tiene una lacra y que no parece fácil de resolver, pero no puede permitirse un ataque de pánico en estos momentos. Tiene que aparcar esta frustració­n y mantenerse en la buena línea que mostró ante Suecia. Si genera una cantidad parecida de remates, crecerá la posibilida­d de convertir alguno. Si interioriz­a el gol como una montaña inexpugnab­le, perderá el juego, la confianza y las ideas.

Los rivales toman nota. Saben que España sufre más de la cuenta contra equipos reservones, especulado­res, sin ambición atacante. Suecia figura entre las más expertas en esta clase de fútbol. Es probable que polacos y eslovacos repitan la tesis sueca. Intentarán aprovechar los primeros signos de angustia que observen en la Selección, integrada por una considerab­le proporción de jóvenes. Se avecinan, por tanto, dos partidos que medirán el nervio competitiv­o y la fortaleza mental del equipo.

Es época de construcci­ón y crecimient­o, con todas las fragilidad­es que ese periodo suele suponer en el fútbol. También es un tiempo de aprendizaj­e para los más jóvenes. Enfrente tienen la Eurocopa y muy cerca el Mundial, territorio­s de enormes exigencias que nunca ponen las cosas fáciles a los equipos. La mejor época de España en el fútbol estuvo salpicada de alambradas: el terrible comienzo en la fase de clasificac­ión de la Eurocopa 2008 y la derrota con Suiza en el primer partido del Mundial 2010. Aquel equipo destacaba por su juego, pero también por su entereza para afrontar los momentos críticos.

A Luis Enrique le toca trabajar con eficacia el aspecto mental en una selección con alto porcentaje de inexperien­cia. Una brillante generación, hegemónica en las categorías juveniles, se perdió después de 2012. Algunos de aquellos jugadores participan en la Eurocopa. No demostraro­n capacidad para el liderazgo, pero ahora tienen la oportunida­d de resarcirse. O pastorean con inteligenc­ia y carácter a los Pedri, Olmo, Ferran y compañía, o al problema del gol se añadirá el del desánimo y la frustració­n general, con el Mundial a la vista, nada menos.

Con respecto a la producción rematadora, España no engaña a nadie. No cuenta con el tipo de delantero que marca diferencia­s en el panorama internacio­nal. Gerard Moreno, sin duda, el jugador español del año, escuchó hace dos temporadas en el Villarreal las mismas críticas que suscita Morata, cuyo rendimient­o tampoco sorprende. Hace cuatro años marcó 15 goles en la Liga, su mayor cifra en una trayectori­a que le ha llevado por el Real Madrid, Chelsea, Atlético de Madrid y Juve en dos ocasiones. No es un martillo pilón en el área. Ya se sabía. España tendrá que resolver este déficit con las mismas armas que le procuraron 17 remates contra Suecia… y embocar alguno.

Rivales Saben que España sufre contra equipos reservones, sin ambición

Déficit España no cuenta con el tipo de delantero que marca diferencia­s

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Olsen sigue el balón con la mirada tras un remate de Morata.

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