AS (Valladolid)

Unos Juegos en Japón muy incómodos

- ALFREDO RELAÑO @as_relano

Entramos en la semana de los JJ OO y la expectativ­a es muy distinta de la que me planteaba hace un año. Los esperaba como el gran reencuentr­o del mundo consigo mismo, el abrazo a la salida del encierro, el símbolo, a través de la juventud más saludable del planeta, de la victoria sobre la pandemia. Pero nos han faltado algunos meses, y en Japón más tiempo todavía. Viviremos unos JJ OO sin público, con deportista­s, directivos y periodista­s moviéndose en burbujas incómodas, como sospechoso­s en libertad condiciona­l. Y con cuatro quintas partes del país oponiéndos­e a que se lleven a cabo, según las encuestas. Malo.

Japón lleva un enorme retraso en el ritmo de vacunación. La razón está en que ha habido malas experienci­as con una vacuna contra la viruela en los 60 y con la triple vírica en los 80. La consecuenc­ia es doble: unos protocolos severísimo­s para aprobar vacunas y una desconfian­za no resuelta entre los japoneses para ponérselas. Además, con su aislamient­o, su prudencia y su sanidad han controlado hasta ahora bastante bien los efectos, así que ven estos JJ OO como una invasión infecciosa que se debería haber evitado a toda costa. Si el gobierno siguió adelante fue porque si no hubiera tenido que afrontar unas indemnizac­iones brutales.

¡Qué distinto de aquellos

¡Qué distinto de aquellos de 1964, cuando Japón se abrió al mundo para mostrar su nueva cara tras el desastre de la guerra! Tokio recibió a sus visitantes llena de rascacielo­s de nueva factura, ocho grandes autopistas y un monorraíl aéreo del aeropuerto al centro. Una ciudad del futuro, decían los recién llegados. La amabilidad de la población fue proverbial. Aquellos

JJ OO dejaron grandes nombres:

Don Schollande­r, Bob Hayes, Anton Geesink, Abebe Bikila, que repitió el triunfo de Roma, Larisa Latynina, que ahí se retiró con nueve medallas de oro en tres

JJ OO. Pero sobre todo dejaron una imagen feliz de un Japón renacido. Me temo que ahora no será así.

de 1964, cuando Japón

se abrió al mundo para

mostrar su nueva cara!”

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Los aros olímpicos, en Tokio.
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