AS (Valladolid)

General vista para sentencia

- J. LEIVA / MONFORTE LEMOS

Mi despedida no podía ser en otra parte, debía ser en La Vuelta”, se sincera Fabio Aru, ganador de la espectacul­ar edición de 2015, antes de que hoy dispute su última etapa en línea de montaña, el terreno en el que se forjó como un ídolo. En la ronda española, este italiano de 31 años ganó su única grande. El gran momento de este sardo que creció a la sombra de Nibali y se le vio como aspirante a ser la nueva estrella del ciclismo transalpin­o. En el Giro acumuló dos podios (tercero en 2014 y segundo en 2015), pero nunca lo ganó.

El 2017 fue su último gran año. Se hizo con el maillot de campeón de Italia, vistió el amarillo en el Tour (acabó quinto) y ganó una etapa. Eso le llevó a fichar por la potencia emergente en el World Tour, el UAE, en el que no rindió como se esperaba y, un año después, encontró el motivo: una constricci­ón de la arteria ilíaca en la pierna izquierda que no le permitía un riego normal en grandes esfuerzos le obligaba a pasar por el quirófano. Nunca fue el mismo ni volvió a ganar. “Es el momento de tomar la decisión. Lo he meditado mucho, he sufrido, no he dormido... Llevo 16 años compitiend­o y diez como profesiona­l. Creo que ha llegado la hora de priorizar a mi familia”.

En esta Vuelta, en la que da sus últimas pedaladas como profesiona­l, ha sentido otra vez lo que le hizo enamorarse de la bicicleta y sin la presión de ser un favorito a todo. De hecho ha sido uno de los corredores más activos de esta última semana, presente en casi cada fuga (ayer lo volvió a intentar). “Estoy disfrutand­o mucho, nunca había disputado una grande con el objetivo de meterme en las escapadas y está siendo muy divertido”, cuenta con una sonrisa que recuerda a aquel ciclista valiente que le arrebató La Vuelta a Tom Dumoulin en la última etapa de montaña de la carrera. Historia del ciclismo.

Por eso Aru decidió decir adiós en España. Y encima en las filas de quizá el equipo más diferente del pelotón, el Qhubeka, que hace una importante labor social en África con la bici como protagonis­ta. “Es una formación diferente que lucha por cambiar el mundo y es un orgullo formar parte de ella. Gracias también a Astana y UAE. Estoy muy orgulloso de mi carrera, pero era el momento de decir adiós”.

La etapa de ayer de La Vuelta fue rápida, con mucha lucha y vimos a un grupo grande de corredores que se lo pusieron muy difícil al pelotón. Cort Nielsen consiguió la tercera victoria en esta edición, las mismas que Roglic y Jakobsen, los más laureados hasta el momento. Ganó en Cullera, lo hizo también en Córdoba, y en esta ocasión volvió a mandar al esprint en una fuga. Era el favorito, aunque eso no te asegura nada, y él lo refrendó. Tenía al grupo muy cerca, pero consiguió ganarles el pulso. Una vez que vio que llegaba antes que el pelotón, de entre los fugados, se veía el más rápido. Y así fue.

“Debía ser en La Vuelta”

Por otra parte, Bernal está muy lejos del podio. Lo que quiere es intentar la victoria de etapa. Desde hace unos días es ya su objetivo principal. No ha sido el gran Egan que todos esperábamo­s, pero ha sacado todo lo que ha tenido dentro. Por lo que tengo entendido, la etapa de hoy hará mucho daño, y como bien saben los corredores, llegan muy justos a este final. La única incógnita que queda por resolver es saber quién ganará esta etapa... porque la de mañana tiene nombre y apellido: Primoz Roglic. Los tres puestos del cajón están claros. No creo que Mas le meta miedo al esloveno. En Lagos dio el golpe y luego se limitó a conservar su ventaja. No debería pasar ningún tipo de apuros, está más fresco que el resto, tanto física como mentalment­e.

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