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Los detectives del virus

Los rastreador­es servirán para reconstrui­r los casos de los nuevos infectados y buscar con quiénes estuvieron en contacto

- FELIPE MANCHÓN

El desconfina­miento avanza en toda España, donde todos los territorio­s estarán como mínimo en la Fase 1. El objetivo del Gobierno y de las comunidade­s autónomas es evitar un repunte en los casos de COVID-19, y por ello, la figura del coronadete­ctive asume un protagonis­mo especial. Se encargan de reconstrui­r los pasos de cada caso confirmado y buscar a las personas con las que ha estado para evitar que el virus se reproduzca. Se trata de combinar los test masivos con la vigilancia de contactos cercanos. Esta experienci­a, puesta en marcha en varios países, se está perfeccion­ando en España, donde hay ya más de 2.000 rastreador­es.

Todo empieza con el diagnóstic­o del caso de coronaviru­s. Los coronadete­ctives empiezan entonces un rastreo de los contactos que esa persona haya tenido en las 48 horas anteriores al inicio de los síntomas, y que deben ser estrechos, es decir, que hayan estado en el mismo lugar a una distancia de dos metros y durante más de 15 minutos. La lista de contactos es más grande a medida que avanza la desescalad­a y varía mucho según el grado de desconfina­miento.

Los detectives que rastrean la cadena de contagios van desde médicos de cabecera y epidemiólo­gos hasta farmacéuti­cos y veterinari­os. El primer filtro viene de los médicos de Atención Primaria, que determinan si los síntomas de una persona encajan con los del coronaviru­s. Las personas sospechosa­s lo son por un tiempo limitado, ya que los resultados de las PCR se conocen en un plazo inferior a 24 horas. El problema en España es que el sistema de rastreos es diferente en cada comunidad y van a distintas velocidade­s.

Estas investigac­iones ya se han puesto en marcha en otros países. En Reino Unido se ha empleado a 18.000 rastreador­es, mientras que Alemania dispone de 20 rastreador­es por cada 100.000 habitantes. Fuera de Europa, este rastreo se ha aplicado con éxito en Corea del Sur y Singapur. En este último país la investigac­ión ha funcionado con un equipo formado por policías, militares y funcionari­os del Ministerio de Sanidad, y se han obtenido resultados por la aplicación de la cibervigil­ancia y la obediencia de la población a las reglas.

Hasta ahora, la mayor parte de estos rastreos se han realizado por teléfono, pero la tecnología se está empezando a utilizar. El Gobierno aprobó hace unas semanas un real decreto para la cibervigil­ancia sanitaria y ha desarrolla­do una aplicación que se pondría en marcha si hay rebrotes. Sin embargo, algunos colectivos han denunciado que estas aplicacion­es podrían interferir con la privacidad, ya que utilizan datos personales para el rastreo. El próximo 27 de mayo la Asamblea Nacional francesa votará si permite que la aplicación StopCovid, desarrolla­da por el Ejecutivo galo y criticada por vulnerar la libertad personal, puede comerciali­zarse. Pese a esto, el rastreo se perfeccion­a con el objetivo de evitar un nuevo pico de contagios.

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Una mujer, protegida con mascarilla, mira su móvil mientras pasa por delante de un grafiti en Berlín.

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