Bronce inesperado
El granadino (32 años) protagoniza una prodigiosa remontada para colgarse una medalla ‘a lo Coloma’ en mountain bike el día de la coronación de Pidcock
David Valero, hizo ‘un Coloma’ en Tokio. El granadino de 32 años, al igual que consiguió el riojano en Río 2016, logró un bronce inesperado. Carlos, que anunció su retirada en marzo pasado después de luchar por estar en la cita olímpica, es el patrón del equipo BH Templo Cafés en el que corre el andaluz. Y en la concentración previa que realizaron en Altea, para aclimatarse al calor y la humedad, el ‘jefe’ picó a su pupilo. “La puedes liar”, le espoleó. “Si yo pude, tu puedes”, le decía. Hasta encargó una bicicleta cromada en oro y bronce para estrenarla en Izu... Una bonita premonición.
Nadie contaba con Valero, que logró un triunfo de fe que acabó en lágrimas de felicidad. La segunda medalla para España tras la plata en taekwondo de Adriana Cerezo, la cuarta en la historia del MTB tras las de Marga Fullana (bronce en Sídney 2000), José Antonio Hermida (plata en Atenas 2004) y Coloma en Río. El andaluz firmó una remontada espectacular que le llevó a pelear por la gloria en la última vuelta. Por delante solo el extraterrestre británico Tom Pidcock (1:25:15) y el suizo Mathias Flueckiger (a 20 segundos).
El granadino entró a la meta golpeándose el pecho, orgulloso. Había conseguido el mayor éxito de su carrera, una sorpresa, después de ser bronce en el Europeo 2018 y de cinco títulos de campeón de España. En 2016, había terminado noveno en Río y no estaba en las quinielas. Tras un enganchón de inicio, llegó a caer hasta el puesto 35. Pero comenzó a mover sus palancas (mide 1,90), a meter riñones y a cazar rivales. Como una locomotora.
Por delante viajaba inalcanzable Pidcock, que mediada la prueba metió la directa por los revirados caminos de polvo de Izu, llenos de trampas de piedra.
Flueckiger acabó rindiéndose ante la cadencia infernal del británico de 21 años. Tras ellos, el dúo que iba a jugarse el bronce... Nino Schurter (oro, plata y bronce y ocho veces campeón del mundo) y el neozelandés Anton Cooper.
Pero, de repente, ajenas hasta las cámaras de realización, apareció como un rayo Valero para enseñar la matrícula a la leyenda. Imperial e inesperado. Imbuido del espíritu de Carlos Coloma, que fue alimentando su sueño. Un sueño que se cumplió mientras se animaba pensando en su hijo Marco, de tres añitos, al que ha visto poco este año por las concentraciones en altura. Valieron la pena.
Emoción
Nadie contaba con él y acabó llorando tras cruzar la meta
Rivales
Valero tuvo que adelantar a una leyenda como Schurter