Maialen es leyenda
La donostiarra (38 años) gana la plata en K1 ● Tercera medalla olímpica para Chourraut en aguas bravas después del oro en Río y el bronce de Londres
El día en el canal de Kasai, en Tokio, amaneció con peligro de tifón. Lluvia, cielo cerrado, viento… y a las 14:00 (hola local, 07:00 en la península) empezó a salir el sol para el piragüismo de aguas bravas. Una metáfora para resumir el ciclo olímpico de Maialen Chourraut. Tras el oro de Río 2016, vinieron nubes negras en forma de vértigos y miedos. Un tornado que podía llevárselo todo hasta que regresó la luz, justo a tiempo. A las 14:00 empezaba la semifinal en el canal de Kasai y dos horas y 25 minutos más tarde era plata olímpica (106.63), su tercera medalla en K1, en eslalon de aguas bravas.
Con 38 años, Chourraut puede ser menos explosiva, pero sabe cómo no caer en las trampas del recorrido. “Cogí datos, los estudié”, asegura.
El canal de Kasai tiene muchas y la donostiarra sabe salvarlas todas, en cada una de las 25 puertas. Seis de remontar, 19 de bajada, en el sentido natural. Las que parecen más sencillas, las más traicioneras. De una final de 10, salía en el puesto 4º, con pocas referencias. La táctica, sencilla: hacerlo casi perfecto y esperar a las oceánicas Jones y Fox, y a la poderosa Mintalova. De la mente al canal. Hecho.
Con Ane presente. Salió a navegar Maialen con la mente en San Sebastián. Allí está su hija Ane, de 8 años, de la que apenas se había separado unas horas hasta este gran viaje. A Tokio, ni más ni menos. Ane está con su tía, la hermana de Xabi Etxaniz, marido y entrenador de Maialen. “Tengo clarísimo que le debo una a toda mi gente”, decía Chourraut. Y cumplió su palabra. Sin fallar ni una puerta, sobre el kayak que eligió concienzudamente tras desechar 25, la vasca se deslizaba a lo largo del recorrido de la cita japonesa. Fluía ante los chorros potentes del agua pasada de calor de Kasai. Ella era más fuerte. 106.63 segundos tardó en la bajada. Quedaban siete por delante, pero Maialen lanzaba besos al aire, a Xabi, al staff, a todos... Lo había clavado, muy bien tendrían que hacerlo las demás. Sólo la alemana Ricarda Funk pudo con ella. Plata para Maialen, que saltaba hacia su gente como una loca. No era para menos.
Tras el bronce conseguido en Londres 2012 y la medalla de oro en Río 2016, llega este tercer metal olímpico. El tifón por el que se vio atropellada
Chourraut había desaparecido totalmente. Tras los Juegos celebrados en Brasil, todo le vino grande. El título olímpico le hizo mucho más popular, los medios de comunicación la reclamaban cada vez más, su vida de calma y paz se veía seriamente mermada. Eso se transformó en vértigos, malos ratos, situaciones incómodas. Y hubo consecuencias a nivel físico, una fisura en las costillas. Cuidaba y veía crecer a Ane, y ella tenía que seguir cada día trabajando: al canal, con el kayak, a pelear. Fue difícil…
A su lado siempre estuvo Etxaniz, apoyando en los momentos más duros, cuando los focos de los medios comienzan a desaparecer, pero el deportista sigue ahí como cada día: al canal, con el kayak, a pelear… Maialen tomó una decisión drástica. Dejó el centro de alto rendimiento de la Seu d’Urgell y marchó a San Sebastián. A pasear por La Concha, con la familia, a encontrar la paz. Para entrenar sube a Francia, al canal de Pau... El espíritu se alimentaba.
De nuevo, referencia. Y tras pasar la oscuridad, a Kasai llegó con más fuerzas que nunca. Similares a las de Río. Con el profundo skyline de Tokio como fondo, Maialen Chourraut volvió a subir al podio olímpico. Ya van tres, categoría leyenda. Aunque su cabeza estaba a miles de kilómetros, con Ane: “Sé lo nerviosa que se pone cuando compito”. No estaría mal celebrarlo con un paseo por la playa de La Concha... con tres medallas colgadas del cuello.
Rivales Solo la alemana Ricarda Funk pudo con Maialen y logró el oro
Madre Sobre su hija (8 años): “Sé lo nerviosa que se pone cuando compito”