Roglic marca territorio
La Vuelta de 2021 ha comenzado igual que terminaron las de 2020 y 2019: con el esloveno vestido de rojo
La Vuelta a España de 2021 ha comenzado igual que terminó la de 2020. Y también la de 2019. Con Primoz Roglic vestido de rojo. El reciente oro olímpico de la especialidad cumplió las expectativas en la contrarreloj inaugural: 7,1 kilómetros por las calles de Burgos, con una subida inicial al Alto del Castillo, un descenso técnico y un llaneo urbano final. Apto para rodadores explosivos. Alex Aranburu, fantástico, acarició la victoria hasta la entrada del último corredor. El problema fue que ese último corredor era el campeón, el dorsal 1, el aspirante a sumar su tercer título consecutivo, como hizo Toni Rominger en los años 90.
Aranburu tiene apego a estas tierras castellanas. Hace dos años quedó segundo detrás de Giacomo Nizzolo en la primera etapa de la Vuelta a Burgos, en ese mismo Alto del Castillo que ayer fue juez, y luego se impuso en la jornada de Clunia. Conocía perfectamente esa ascensión que castigaba las piernas en la primera parte de la cronometrada. Y también el descenso, técnico, con algunas curvas de riesgo en las que no todos los capos decidieron apurar. La distancia y el recorrido se adaptaban al dedillo a un corredor del perfil del guipuzcoano, designado ya como el líder de España para el próximo Mundial. Pero una cosa era eso, y otra desafiar a los grandes gallos de La Vuelta 2021. Estuvo a punto de lograrlo, sólo Jan Tratnik se acercó a dos segundos. Pero Roglic es un ciclista como la Catedral de Burgos.
Campeador. El esloveno ya tiene un triunfo en la buchaca, para empezar, pero el reino de conquista es mucho más extenso. Este Roglic Campeador aspira a ganar La Vuelta, y para ello también era una buena estrategia imponerse en la batalla inicial, golpear primero a sus rivales, marcar territorio. Roglic no sólo venció en Burgos, sino que pegó las primeras punzadas a sus rivales: 14 segundos a Vlasov; 17” a un renacido Bardet; 18” a un afinado Enric Mas; 20” al tapado a voces Adam Yates; 21” a Haig, Superman López y Caruso; 24” a De la Cruz; 25” a Carapaz; 27” al incombustible Valverde y al retador Bernal; 33” a Carthy; 36” al debutante Pidcock; 37” al prejubilado Aru; 39” a Landa… Hay carreras que se han resuelto por diferencias más ajustadas que esas. El año pasado, sin ir más lejos, Roglic se coronó en Madrid con Carapaz a 24 segundos.
Mikel Landa, el menos bueno entre los jefes de filas, partió bastante antes. Igual que hizo Adam Yates. El vasco prefirió quitarse presión y añadirse descanso. Una crono de esas características, dinamita sobre ruedas, no va con sus cualidades. Así que lo óptimo era acabar cuanto antes, sin arriesgar. El territorio Landa llegará más adelante. Su puesta en escena, eso sí, estuvo acompañada de incertidumbre y suspense, porque llegó muy apurado a la salida, al estilo de Pedro Delgado en Luxemburgo. Son ciclistas del mismo corte. Capaces de lo mejor y lo peor. Landismo puro. Periquismo de los 80.
El primer golpe es importante, sin duda, pero en esta Vuelta asoma un trazado infinito para enseñar las garras. La última vez que La Vuelta visitó Burgos fue hace seis años, también con una contrarreloj, aunque entonces estaba situada en la última semana, en la recta final, sobre 39 kilómetros. Ganó Tom Dumoulin, que arrebató el maillot rojo a Purito Rodríguez, aunque lo perdió tres días después en favor de Fabio Aru en una épica etapa por la Sierra de Guadarrama. El italiano ha tomado la salida en la presente edición, pero en circunstancias muy diferentes. Antes de partir anunció que será su última carrera, el adiós de un escalador que dio algunas de sus mejores pedaladas en la ronda española. Un ejemplo de que, en La Vuelta, hasta el rabo todo es toro.
Casi... Aranburu lideró la crono hasta el último corredor: Roglic