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Un séptimo de locura

- JUAN GUTIÉRREZ

El Gran Premio de Austria de MotoGP brindó ayer un espectácul­o vibrante, una carrera loca a causa de la lluvia que, como casi todas las cosas que se resuelven en aguas revueltas, deparó un desenlace inesperado, casi al borde de lo heroico. Brad Binder fue el único de los seis pilotos de cabeza que decidió no cambiar de moto cuando más jarreaba, a falta de cuatro vueltas, una arriesgada apuesta con neumáticos de seco que le salió bien. El sudafrican­o logró la victoria con una KTM en la casa de KTM, en el Red Bull Ring, una coincident­e circunstan­cia para redondear la gesta. La carrera tuvo otros pilotos destacados, especialme­nte el novato Jorge Martín, tercero en el podio, que supo manejarse en condicione­s extremas en un curso intensivo de aprendizaj­e. También Pecco Bagnaia, segundo, el mejor de los perseguido­res. Y Joan Mir, cuarto, un piloto más de domingos que de sábados, que crece en esta segunda mitad del Mundial. Incluso Marc Márquez, quien, a pesar de haber corrido infiltrado y de que una caída le echó al traste todo el trabajo del día, continúa arriba, competitiv­o.

La carrera fue tan loca que otro de los grandes vencedores ocupó la séptima posición. Me refiero, obviamente, a

Fabio Quartararo, que sale reforzado de Austria debido a la caída de Johann Zarco, a pesar de no haberse acercado a los puestos de honor. El francés entró al circuito con 40 puntos de ventaja sobre su compatriot­a y salió con 47 sobre Bagnaia y Mir. Hay una evidente diferencia entre sus perseguido­res y él: mientras que Quartararo acumula cuatro victorias, ninguno de los tres siguientes clasificad­os ha subido aún al peldaño más alto. Pero eso tampoco sería nada sin su regularida­d. De hecho, el año pasado logró tres triunfos, pero luego no supo pelear el título. Ha aprendido mucho desde entonces, sobre todo a sufrir. Y a saber valorar que incluso un séptimo puesto puede valer oro.

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