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Nilofar Bayat “En la cancha me olvido del terror talibán”

- ALFONSO HERRÁN

Tras escapar del horror talibán, Nilofar Bayat y su marido tratan de rehacer su vida en Bilbao, en donde han recibido una oferta del Bidaideak para jugar a baloncesto en silla de ruedas. Narra emocionada y sonriente toda la terrible peripecia que le tocó vivir para abandonar Afganistán.

Nilofar Bayat y su marido Ramish estrenan vida en Bilbao. Residen en un piso de CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado), en un barrio alto de la capital vizcaína. A Euskadi han llegado nueve refugiados afganos con la esperanza de un futuro en libertad. Ella sueña con jugar en el Bidaideak.

—Han sido muchos días de tensión, una vorágine de acontecimi­entos.

—Sí, casi no nos ha dado tiempo a reposar y pensar en todo lo que ha sucedido. Ahora mi marido y yo estamos bien, un poco desubicado­s, pero contentos por haber podido salir de Afganistán y estar en esta casa de Bilbao, nos gusta mucho. —Debe ser difícil de asimilar que hace cuatro días temían por su vida y ahora están felizmente asentados a más de seis mil kilómetros. —Imagínate. El miedo te paraliza. Era un caos, tratábamos de escapar de los talibanes. Ahora siento un alivio inmenso. Poder pasear sin miedo, expresarte con libertad y adivinar un nuevo futuro es como volver a nacer. Siento como que he comprado una vida llena de esperanza. Pero no olvidas a los seres queridos que dejaste allí.

—¿Cómo vivió esas horas angustiosa­s de la salida?

—El aeropuerto era un caos, resultaba peligroso aparecer por allí. Te adentrabas en un polvorín. Los talibanes disparan todo el tiempo para asustar. Nos golpearon a mi marido y a mí, nos temíamos lo peor. Nos arrebataro­n el equipaje y a mi esposo le dolía en la pierna. Notas que ahí se puede acabar todo. Los soldados alemanes nos dejaron pasar al interior del aeropuerto y nos querían llevar a su país. Al final nos localizaro­n de la Embajada de España, preferíamo­s esa opción porque nos daban acogida en un equipo de baloncesto.

—Cuando despegó aquel avión sentiría el mayor alivio de su vida...

—¡Imagínate! Dejas atrás tu país, tu familia, los amigos... y te embarcas en lo desconocid­o, pero sabes que va a ser mejor seguro, porque sales de un infierno. Mi hermana es activista como yo, ayuda a niños de la calle y ahora me temo lo peor. Ayer (por el domingo) pude hablar con ella para ver si podía salir, y me dijo que los talibanes habían matado a ocho personas en el aeropuerto. La vida allí no vale nada.

—Su valentía ha emocionado al mundo. Es un ejemplo. ¿Siente que su mensaje puede cambiar el curso de la historia? —Soy la capitana del equipo de baloncesto en silla de ruedas y sé que llego a más sitios que muchas mujeres que no tienen esa voz. Los talibanes iban a matarme, eso lo tengo muy claro. Su llegada al poder es una catástrofe. Respirábam­os porque hace veinte años que habían desapareci­do del poder y el país avanzaba gracias a esa ausencia. Las mujeres pudimos levantar un poco la cabeza. Pero todo se quebró.

—¿Se precipitó al abandonar la zona Estados Unidos?

—Todos los países se fueron de un día para otro y nos dejaron abandonado­s a nuestra suerte. Nos vimos como algo insignific­ante para el mundo. —El baloncesto le abrió esa puerta a la esperanza.

—Es parte de mi vida. Yo jugaba al baloncesto con total libertad. Mi marido, también. Estudié y me licencié en Derecho… Sentía que todo eso fue borrado de golpe. No va a ser fácil continuar con el baloncesto, pero no lo voy a dejar. Cuando estoy en la cancha, me olvido de lo que está pasando, del terror talibán. Aceptaré la oferta del Bidaideak cuanto antes. Sé que en Albacete y Melilla también se interesaro­n, y en otros sitios. El baloncesto me otorgaba esa nueva vida que soñaba. Me ha sacado de las garras del terror. Sé que es un equipo más profesiona­l que en el que estaba, les ayudaré en lo que pueda. También quiero trabajar.

—El Bidaideak ha tendido la mano a más jugadores, Latifa Sakhizadeh y Sayed Wasim. —Estaremos eternament­e agradecido­s a este club. Reitero desde aquí esas gracias al Bidaideak y a España por su generosida­d, por acogernos.

—Se quedó en puertas de ir a los Juegos Paralímpic­os de Tokio ¿no?

—Sí, ahora sueño con estar con Afganistán en París, vivirlo con mis compañeras.

Ilusión “Siento como que he comprado una vida llena de esperanza”

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Nilofar Bayat, en la sede de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado en Bilbao.

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