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Orgullo, dinero y petróleo

- JESÚS GALLEGO

Si el PSG fuera un club de fútbol y no un club-Estado, el fichaje de Mbappé por el Real Madrid hace tiempo que se hubiera cerrado. Todas las circunstan­cias que se dan en el asunto (el jugador afronta su último año de contrato, lleva queriendo salir desde hace tiempo y ha llegado otra superestre­lla al equipo que le va a hacer sombra) harían que un club normal abriese la puerta al jugador y aceptase un buen traspaso para rentabiliz­ar la inevitable salida del crack. Ya que el próximo enero el futbolista puede firmar gratis con cualquier equipo, cualquier otro club, por poderoso que fuera, buscaría un traspaso para endulzar la pérdida y, de paso, equilibrar todas sus cuentas.

Pero en este caso las cuentas no importan porque la economía del equipo parisino depende sólo del petróleo de Qatar y ese grifo, con la complacenc­ia de la UEFA y su Fair Play Financiero ficticio, no tiene límites. La posibilida­d de que uno de los hombres más ricos del mundo, el Emir de Qatar, decida por orgullo que el jugador permanezca en el club para dar un ejemplo y demostrar que nadie está por encima de ellos es muy factible.

Por otra parte, mirando desde un punto de vista estrictame­nte deportivo, si asumes que Mbappé no va a renovar y ha decidido jugar los próximos años en el Madrid, no dejándole salir esta temporada evitas reforzar a un rival directo que además te iba a quitar parte del foco mediático que has conseguido con la llegada de Messi. Queda esperar una semana para ver si se ablandan y, si no es así, habrá que pensar en el año que viene y en el dilema Mbappé o Haaland.

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