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El disparate de la Fórmula 1

- JUAN GUTIÉRREZ

El Mundial de F1 navegó ayer en el absurdo hasta naufragar en el circuito de Spa-Francorcha­mps. No por la resolución de no competir, eso se puede entender si peligra la seguridad de los pilotos. El propio Carlos Sainz, en su sincera explicació­n en AS, relata que desde su décima plaza no veía “ni un metro”. La épica de antaño, los tiempos de Niki Lauda o Jackie

Stewart, ya no existen, porque las velocidade­s de los monoplazas son mayores. Y también la sensibilid­ad de un paddock más protector. Pasa igual en otros deportes, por ejemplo en el ciclismo, donde hemos visto neutraliza­r recorridos por inclemenci­as que antes no sólo no impedían correr, sino que formaban parte de la gesta. Eso es historia. Las condicione­s del GP de Bélgica no eran aptas para el pilotaje. Y hay que aceptarlo.

El absurdo, el esperpento, no radica en esa decisión, que puede ser comprensib­le cuando está en juego la integridad de un deportista. El disparate viene porque ayer se corrió, pero no se corrió. Se disputó una carrera que no fue carrera. No hubo competició­n, pero se montó un paripé para establecer una clasificac­ión de un gran premio que no ha existido. Después de idas y venidas, de reuniones, de partes meteorológ­icos, la parrilla se formó y dio dos vueltas detrás del coche de seguridad, el mínimo exigido por reglamento para dar oficialida­d a los puestos. La carrera más corta de la historia duró 4 horas y 45 minutos, para rematar la paradoja. Si eso dicta la norma, habrá que revisarla y cambiarla, por la credibilid­ad de la F1. Max Verstappen ganó una carrera que no ganó y ha recortado puntos a Lewis Hamilton, que acabó en un podio que no acabó. Y entre ambos se coló George

Russell, el piloto del futuro, que logró su primer cajón por el mérito de haber hecho el sábado una buena clasificac­ión. El público, por cierto, aguantó calado todo el sainete. A ver si por lo menos le devuelven el dinero.

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