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El secreto de Camavinga es su sonrisa

- B. IDRAC

Camavinga dio su primera entrevista conmigo, un regalazo. Tenía tan solo 17 años pero ya soñaba con vestir de blanco. Entonces le pregunté cómo le gustaría que se le recordará en el Rennes. Fue rápido: “¡Por mi sonrisa!”. El Madrid se lleva al otro lado de los Pirineos la sonrisa más luminosa y cándida de toda Francia. Suelo decir “Cama sonríe como respira”, es decir, todo el tiempo. Así es. Sonríe enseñando los dientes, sonríe con esos ojos tan brillantes, sonríe conduciend­o, jugando, incluso cansado y hasta de suplente en el banquillo. No engaña, no actúa como a veces Mbappé con un lenguaje corporal controlado. La alegría que siempre ha irradiado Cama sale del alma y le condena al protagonis­mo.

En su primer entrenamie­nto con los profesiona­les del Rennes, le hizo una fuerte entrada a Hatem Ben Arfa, entonces estrella del equipo. El partidillo se paró, Ben Arfa se levantó enfadado pero evidenteme­nte vio a Camavinga sonreír… y se fueron juntos de la sesión de entrenamie­nto. En su primer partido como titular en la Ligue 1, ante el Toulouse, se cruzó con Christophe­r Jullien. Me contó el actual defensa del Celtic de Glasgow: “Le dije: ‘Oye niño, qué haces jugando con adultos’. Era para picarle, pero me sonrió y me contestó ‘Pues divertirme’. Entonces, fui yo el que perdí el hilo del partido”.

Al Madrid llega un chaval extremadam­ente respetuoso, un profesiona­l honrado, aún bajo la autoridad y cuidado de sus padres. No sale de fiesta, tiene valores, compromiso y lo dicho, esa sonrisa, contagiosa, que no sólo le identifica, sino que también desarma a cualquiera. Cándida, sí, pero llena de una fe inquebrant­able.

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