AS

Griziiiiii­i

Sé que, con el tiempo, a quien más dolió tu forma de salir fue a ti

- PATRICIA CAZÓN

Aver. No sé ni por dónde empezar, Antoine. Que aún guardo tu capa, empezaré por ahí. Sí, ya sé, que pa’ qué, pero es que con esa capa volaste muy alto. Y nos hiciste volar. Que me daba pena tirarla, ya está, lo confieso. A ver si me arranco. Te contaré una anécdota. ¿Tú sabes que tus goles tienen un grito propio en el AS? Griziiiii. Ante la tele. Griziiiii. Muchas veces. Hasta Tomas Roncero. Cuando estabas en el Atleti, los del Atleti (bueno, o sea, yo sobre todo) no podíamos evitarlo. Y le decíamos ese Griziiii a la tele que celebraba tantas cosas. Que nos querías, que seguías, que marcabas, que llevabas en volandas al Atleti sobre tu capa. Entonces te queríamos, te queríamos mucho. A pesar de tus devaneos, de tus sí pero no, de marearnos cada verano. Te adorábamos, Antoine. Y creo que tú lo sabes.

Nada suena más a roto que un corazón en el pecho. Nada es más profundo que el color en el fútbol. Y tú rompiste mucho a la vez, muchos. Esa negociació­n antes de Turín, el no pero sí un año después de ‘La decisión’, aquel vídeo en el que ni siquiera te peinaste para decir adiós… Fuiste el que peor se ha ido de todos. Pero sé, Antoine, porque lo sé, que con el tiempo, eso, a quien más dolió fue a ti. Qué frío hace en el fútbol cuando se está lejos del Cholo, ¿verdad?

Y tú lo has sentido hasta el tuétano, como si también fueras de la Cultural. Que te arrepiente­s. Que vuelves porque sólo querías volver. Por eso te escribo, porque tengo tu capa y porque me desdivorci­o, ¿vale? Un poco. Una rendija. Lo demás te lo ganas. De ti depende que se haga enorme y olvide los cuernos de estos dos años. No voy a hacerlo de golpe, te aviso. No podemos. Te lo vas a tener que currar. Trataste a la grada del Metropolit­ano como si no sintiera y no pudiste equivocart­e más. Pero aún podemos borrar, tratar

El perdón Tienes una oportunida­d. Esta. Y más por Erika que por ti; ella te avisó

de olvidar. De ti depende. Tienes una oportunida­d. Una más. Esta. Y más por Erika que por ti, reconozco. Ella te avisó (“aquí serás leyenda, allí…”). Ella siempre ha sido ‘una di noi’, somos muchos sus soldados. Yo sólo te pido una cosa: cuando vuelvas a besarte el escudo, hazlo de verdad.

(PD: Eh, bueno, que ¿te acuerdas de tu biografía, ‘Detrás de una sonrisa’? En tus años en el Atleti fue mi Biblia, pero el día que te fuiste no sé muy bien cómo acabó en la papelera… Si tienes un ejemplar y me lo envías, te devuelvo la capa, ¿vale?).

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Griezmann, en el Metropolit­ano.

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