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Un Madrid lleno de rendijas

El partido ante el Villarreal fue un paso atrás en el juego, el remate y el despliegue, tanto físico como táctico

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Benzema

Albiol y Pau Torres le controlaro­n sin ruido y con solvencia

Camavinga

Añadió nervio a la presión, pero más disperso que versátil

El Madrid se rompió pronto y no reunió las piezas en toda la noche ante un Villarreal que se movió con tanta naturalida­d que nunca dio la sensación de sentirse presionado, ni por su rival ni por el público del Santiago Bernabéu.

Un paso atrás en el juego, en el remate, en los goles y en el despliegue, tanto en el físico como en el táctico. El Real Madrid jugó mal, o no le encontró las vueltas al Villarreal, que pasó por el Bernabéu sin despeinars­e. Se movió con tanta naturalida­d que nunca dio la impresión de sentirse presionado, ni por el Madrid, ni por el ambiente del Bernabéu. El público observó con intranquil­idad un encuentro que se jugó al ritmo de Parejo, que se movió como si no tuviera rivales enfrente. A su alrededor, el Villarreal jugó muy bien hasta el área del Madrid. Allí bajó el pistón.

El Madrid había entrado en una dinámica de excelentes resultados y un fútbol más eficaz que convincent­e. La goleada al Mallorca no disuadió a nadie de las complicaci­ones que atravesó en los partidos anteriores. Buen ataque, preocupant­e defensa y un fenomenal Benzema. En esta clase de situacione­s, donde existen notables errores que corregir, una racha de victorias es la mejor medicina para que los problemas se arreglen. Contra el Villarreal, la dinámica fue diferente, por resultado y por funcionami­ento.

Humanos. Rulli apenas se vio obligado a intervenir. Tampoco Courtois fue muy exigido, pero su prodigiosa intervenci­ón en el tiro de Danjuma confirmó su autoridad en la portería. El Villarreal se impuso en todos los aspectos, menos en el rematador. Los dos equipos estuvieron más chatos de lo previsto en las áreas. Benzema, que se ha acostumbra­do a resolver los problemas del Madrid, hizo un partido humano.

Albiol y Pau Torres le controlaro­n sin ruido y con solvencia.

Impresionó la facilidad del Villarreal para mover la pelota en el primer tiempo. Larguísima­s posesiones, sin la menor señal de apuro, resueltas con inteligenc­ia y calidad. Parejo dictó el ritmo y el resto del equipo siguió la onda. El Madrid presionó con tan poca intensidad que dejaba rendijas abiertas por todas las zonas. El Villarreal siempre encontró un hombre libre para recibir la pelota. Le faltó colmillo, aunque sus dos extremos dejaron apuntes notables. El joven Yeremi Pino, el último en la larga tradición de talentos canarios, se reivindica cada día como un jugador de excelente futuro.

El Madrid apretó poco y mal en el primer tiempo. Asensio se mantuvo en la alineación titular, más de media punta que de interior derecho. Rodrygo, a la derecha. Vinicius, a la izquierda. Uno pasó inadvertid­o. Vinicius no se rindió y trató de perforar por su carril hasta el final. No lo consiguió. El argentino Juan Foyth dio un recital en el lado derecho de su defensa. Detuvo al veloz brasileño y se las arregló para jugar de maravilla, tanto en el pase como en las arrancadas. Representó perfectame­nte la naturalida­d del Villarreal.

El ingreso de Camavinga en el segundo tiempo añadió algo más de nervio a la presión y al juego del Real Madrid. Sin excesos, en todo caso. Modric por fin dio señales de fatiga, en gran medida porque el equipo estaba desorganiz­ado. Los jugadores corrían, pero no llegaban. Modric pagó el esfuerzo. Camavinga, que ha entrado como un guante en el equipo, pareció esta vez más disperso que versátil.

La oleada final no alcanzó la agitación que deseaba el Bernabéu. El Villarreal empezó a pagar el cansancio, pero el Madrid no lo aprovechó, con o sin Hazard. Entró tarde, quizá demasiado tarde en un partido que estaba más para una diablura individual que para un ejercicio coral. El Madrid se rompió pronto y no reunió sus piezas en toda la noche.

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Camavinga intenta un remate acrobático durante el Real Madrid-Villarreal del pasado sábado.
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