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Otra vez, la estoica Croacia

Se enfrentará a Japón ● Bélgica agota una generación y Roberto Martínez anuncia su marcha

- JOSÉ A. ESPINA

En el repertorio de remates imposibles de fallar que sí acabó fallando Romelu Lukaku se disolverá posiblemen­te, al menos para la historia de los Mundiales, una de las generacion­es de Oro europeas que mejor fútbol ha desplegado, sin alcanzar el título, durante los últimos años. De momento ya anunció que se marcha el ideólogo y artífice de tanta bonanza y esperanza, el español Roberto Martínez. Y lo hace antes de lo previsto por la incapacida­d de Lukaku para embocar al menos una del montón de ocasiones clarísimas que sus compañeros le sirvieron durante una segunda mitad de intenso color Diablo Rojo. En una noche no demasiado afortunada para pilares como Modric, Kovacic, Lovren o Perisic, Croacia resistió con una mezcla entre el sudor y estoicismo que recordó a Rusia 2018. En octavos se enfrentará a Japón, sorprenden­te líder en el grupo de España.

La selección balcánica juega no con tres, sino con cuatro magníficos centrocamp­istas: Brozovic, Kovacic, Modric y el exterior del pie derecho de Luka, un ente individual que pasará a formar parte de la historia del fútbol independie­ntemente de su dueño, que también. Un exterior del que surgió a los pocos segundos el primer acercamien­to de Croacia, atrevida al menos en el inicio. Sosa controló el pase de Modric dentro del área y su zambombazo pasó cerca del palo izquierdo de Courtois, otra vez un buen Courtois.

Técnicamen­te, fueron los croatas los que más cerca anduvieron de marcar, gracias a un penalti que el inglés Taylor señaló en primera instancia, pero que luego anularía vía VAR tras uno de esos análisis, casi autopsias con los que el videoarbit­raje del Mundial homenajea a Hitchcock un partido sí y otro también. Se castigan golpecitos, roces y fueras de juego milimétric­os en jugadas muy anteriores, mientras a los aficionado­s, propios y ajenos, se les queda cara de no entender nada. Diríase que la sala VOR se encuentra en Las Vegas y que el que avisa a los árbitros es el mismísimo Gil Grissom.

El balón merodeaba durante mucho tiempo las áreas y Bélgica rozó el gol más que Croacia. Lo tuvo Mertens al culminar demasiado alto una contra en la que por fin, desde que comenzara el Mundial, había asomado la deliciosa calidad de De Bruyne, quien completó un partido en el que de verdad se pareció al De Bruyne de siempre, coincidien­do curiosamen­te con la ausencia del antaño otro gran artista belga, Eden Hazard. Roberto Martínez había decidido dejarle en el banquillo. ¿Acaso ya no pueden jugar juntos? Esta vez, De Bruyne sí que merecía el MVP.

¿Y si se entregara un LVP (Less Valious Player, jugador menos valioso)? Sin discusión, ninguna, lo habría obtenido Romelu Lukaku. En un Mundial al que llegó lesionado, el ariete salió tras el descanso, y lo hizo para desperdici­ar un puñado de oportunida­des tremendas, las más claras de Bélgica, todas prácticame­nte con la puerta rival vacía. Dio Lukaku un clase magistral de cómo no ser capaz de meter gol con la que tendrán pesadillas millones de belgas durante meses, quizá años. Con la pierna diestra, al palo, de cabeza fácil y arriba, con la barriga en la misma boca de gol... Un gol que no llegó en Bélgica ni tampoco en Croacia, eufórica por el empate y, sobre todo, por la manera en la que lo consiguió. Una generación se marcha, tal vez para siempre. Y otra, la del arlequín rojiblanco, tiene todavía algo, tal vez mucho, que decir en Qatar.

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Los jugadores de Croacia celebraron el pase a los octavos.
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