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El Atleti aleja de la Liga al Madrid

El equipo del Cholo bajó de la nube europea al de Ancelotti ● Exagerada expulsión de Correa Giménez marcó cuando su equipo ya estaba con diez ● Primer gol del canterano Álvaro Rodríguez ● Lesión grave de Reinildo

- LUIS NIETO REPORTAJE GRÁFICO JAVIER GANDUL Y JESÚS A. ORIHUELA

Fue un derbi bajo la ley marcial. Al Madrid le faltó el fuego del perseguido­r y al Atlético, ese punto de ambición que sí tuvo hace un mes en la Copa. A Gil Manzano, en cambio, le sobró intromisió­n. Fue el suyo un arbitraje a la defensiva, cargado de tarjetas, que culminó con una expulsión rigurosísi­ma de Correa. La cosa quedó en tablas, celebradas por el Barça, con dos grandes goles de cabeza, de Giménez y del canterano Álvaro Rodríguez. Un premio merecido para un Atlético trabajador, cholista, hermético. Y un castigo casi definitivo para un Madrid que se ha salido en demasiadas curvas en esta Liga.

Vistos los onces, el derbi copero de hace un mes dejó una sensación de insatisfac­ción general. A Ancelotti debió parecerle que se quedó corto y metió un tercer punta, Asensio, con el don del gol, que no el de la constancia, donde aquella noche estuvo Valverde. También dejó como pivote a Kroos, el mediocentr­o de menos quite del muestrario, y dejó fuera a Camavinga, que le andaba cogiendo gusto al papel. Y a Simeone debió parecerle que se pasó de la raya con Griezmann, Correa y Morata y salió sin los dos últimos. Con Saúl y Pablo Barrios junto a Koke le echó una capa de cemento al centro del campo. Un 4-4-2, con Llorente o Carrasco, según los casos, junto a Griezmann. Esa versión más restrictiv­a del Atlético le resultó de provecho en muchas ocasiones en el Bernabéu.

Un cambio radical, pues, para que nada cambiara, porque el Atlético salió mejor, como en la Copa. Es genético en el Madrid no darse el madrugón. Su plan parece ser complicarl­o todo para resolverlo todo. Pregunten en Liverpool. El caso es que, desde esa inferiorid­ad inicial, disfrutó de las dos primeras ocasiones: un zurdazo de Asensio que zigzagueó para meter en un lío a Oblak y un mal remate de Benzema a centro raso de Militao, al que se le queda pequeño el campo propio.

Aquellos dos avisos, dos carreras olímpicas acompañada­s de quiebros toreros de Vinicius y un buen trabajo de Asensio en la derecha encogieron a ese primer Atlético, que solo dejó un remate cruzado de Carrasco rechazado por Courtois. En esa fase perdió a su mejor defensa, Reinildo, con una grave lesión de rodilla.

El percance volvió a igualar el partido por lo bajo. Abuso del toque y falta de profundida­d, especialme­nte en el Atlético, donde no le llegaba nada a Griezmann, ese futbolista que ha ido ganándole terreno al mar. Se ha acostumbra­do a cargarse de funciones y la de hombre en punta, con mucho juego de espaldas, no es la que más le conviene en este momento de su carrera.

Tampoco el Madrid es el de la

Champions en la Liga. En Europa se mata o se muere incluso en un mismo partido. En la Liga hay menos chupitos de adrenalina y parece que esa rutina le aburre. Se diría que la pasión andaba por debajo de los límites establecid­os para un derbi. Especialme­nte este, que venía con un calentón copero previo. A esa contención general contribuía Gil Manzano, en papel de superpolic­ía. Con cinco faltas había mostrado tres tarjetas. Multaba por cualquier cosa en busca del bien mayor de que no se desmadrara lo que no iba camino de desmadrars­e. Un arbitraje preventivo que no le libraría después de meterse en un lío.

La conclusión al final de la primera mitad es que se había perdido demasiado tiempo en el papeleo y había poco que contar en las áreas. Con este informe suele estar más satisfecho Simeone que Ancelotti, pero aún así en el descanso metió a Correa por Barrios, un paso adelante que permitía a Griezmann retrasar su posición y participar en la ordenación del juego, su nueva vocación.

El cambio no tuvo efecto inmediato. El Madrid fue a más y el Atlético a menos. Cuando el partido se alarga, las piernas de Vinicius son las más resistente­s. Pronto le entregó un balón de gol a Benzema, que metió mal el pie en la hora de la verdad. A contracorr­iente de su carrera, el francés vive un momento más fértil en goles que en juego. Ese acelerón del Madrid fue fugaz y pronto la partida volvió a las tablas, escenifica­das en dos disparos lejanos con cierta intención de Griezmann y Valverde.

Ancelotti cambiaba su centro del campo (Camavinga, Tchouameni y Modric) casi al tiempo en que Gil Manzano le mostraba la roja a Correa por un codazo leve a Rüdiger. La finalidad era apartar y no agredir. Una expulsión exagerada no contemplad­a en el protocolo de intervenci­ón del VAR. Una decisión inoportuna cuando no corren tiempos de paz en el arbitraje. El Atlético tardó un segundo en extender su teoría de la conspiraci­ón a la redes sociales. Ni siquiera la expulsión tuvo efecto. El Madrid siguió en tercera y se encontró con un gol en contra a balón parado, la mejor solución para quien se ve en inferiorid­ad. Botó una falta lejana Griezmann y Giménez llegó en el vagón de cola de rematadore­s para batir de cabeza a Courtois. Un testarazo tremendo clonado por otro de Álvaro Rodríguez poco después. El chaval viene del futuro a toda pastilla. Entonces llegó el toque de corneta, el instrument­o preferido del Madrid, que lo deja todo para el final. No le sirvió esta vez. LaLiga ya solo le parece visible en el telescopio.

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Benzema intenta alejar a Correa, en plena discusión con Vinicius, instantes después de ver la roja por un codazo a Rüdiger.
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