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Abde pega primero en El Sadar

El extremo marroquí decide, con Herrera, la ida de la semifinal entre Osasuna y Athletic ● Partido muy cerrado

- ALFONSO HERRÁN

La resolución de la semifinal entre Osasuna y Athletic pide turno en San Mamés, dentro de un mes. Esto, que parecía una obviedad antes de arrancar la primera sesión en El Sadar, se constató con un partido lleno de pasión, aunque con un fútbol que no quedará registrado en cintas o DVDs para la posteridad o para recoger estos días con el periódico. Fue un pulso equilibrad­o, sin grandes destellos, en el que dos fenómenos locales inclinaron algo la balanza a favor de los navarros: Abde, un pequeño diablo con alma de pícaro tremendame­nte certero, y Herrera, con dos paradas, a Muniain y Guruzeta, que pueden valer su peso en oro. Tercera derrota seguida para los leones. Vientos de crisis.

La única que tuvo la tropa de Arrasate la metió y en este tipo de citas lo importante es ser eficaz. Más, imposible. Se trataba de eso, para contener después y perseguir algún contragolp­e. El Athletic, el rey de la Copa sin Copa estos últimos cuatro años, volvió a plasmar el quiero y no puedo.

Nadie puede decir que es un desastre, pero ese rock and roll de hace unos meses suena desafinado en la parcela ofensiva. Dejaron ambos conjuntos 90 minutos en los que parecía absolutame­nte prohibido disparar a puerta.

Era un Osasuna-Athletic de lo más típico, con el acento habitual de finales del siglo pasado grapado, poco fútbol, pero mucho ambiente en la grada, maqueada con una fantástica remodelaci­ón, con poquísimas ocasiones y una intensidad que reventaría la caja fuerte de cualquier banco. Es normal empezar una serie sobre 180 minutos, o más, con miedo a fallar, dejando la impresión de que es más importante defender que atacar, sabiendo que un error puede condiciona­r la eliminator­ia, la única de toda la Copa a ida y vuelta. La ansiedad elevó el número de imprecisio­nes y, sin ser un torbellino, el Athletic se apoderó levemente de la primera parte. No sufrió gran cosa y entorpeció la salida del balón de Osasuna tal y como le gusta. Actuó a que pasara el tiempo, a que se acercara la vuelta en San Mamés sin noticias en la entrega inicial. Para los navarros estaba la cosa mucho más

descontrol­ada. El profundo conocimien­to mutuo les condujo al respeto máximo.

Los rojillos intentaban ser verticales con Abde. El balón trataba de viajar de área a área, pero parecía tener prohibido entrar en ellas. Un pulso tan pasional encanta a ambas aficiones, pero a un aficionado, pongamos que de Cuenca, seguro que le animó a quitar la tele y eso que tenía ante sí un producto de primer orden futbolísti­co gratuito, algo tan inhabitual en estos tiempos. Lo único rescatable de los 45 minutos iniciales fue un disparo lejano de Muniain que rozó en un jugador local y obligó a rectificar sobre la marcha a Herrera.

Inesperada­mente, el primer cuarto de hora de la segunda parte quiso nacer con desenfreno, al menos por parte local. Al fin se animaba un poco. El tanto llegó, cómo no, por uno de los mayores genios que tiene esta eliminator­ia. De la lámpara de Abde salió una jugada mágica. Lo originó Moi Gómez, clave al retrasar su posición. El extremo cruzó muy bien ante Agirrezaba­la. El Athletic trató de reaccionar a través de los cambios. La tuvo Guruzeta en el descuento, pero de nuevo surgió la figura ciclópea de Herrera. El héroe de esta primera parte de la semifinal junto con Abde. Hasta dentro de un mes. Eso será otra historia.

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Abde remata con la pierna izquierda ante la oposición de De Marcos para batir a Agirrezaba­la en el único gol del partido.
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