Preocupa Vinicius
En el club crece la inquietud porque siempre esté en el ojo del huracán e insisten en que se abstraiga de todo
Vinicius lleva tiempo viviendo en las ascuas. Abrasándose lentamente entre lío y lío. Un escenario que, además de torcerle el morro, está afectando a su rendimiento. Y eso es lo que definitivamente ha encendido las alarmas en Chamartín: desde el club ya se reconoce que hay “preocupación” con el asunto. Una palabra que ha dejado de ser tabú. Porque hasta la fecha las declaraciones públicas habían sido grisáceas. “Hay que protegerlo”, se apuntaba, acompañado de un “debe centrarse sólo en el fútbol”.
Pequeñas dosis de una intranquilidad que, en las últimas semanas, se ha disparado.
Porque Vini está tan hastiado, que ya salta con poco (es el que más tarjetas ha visto de todo el equipo: 10). Un hecho escenificado en el Clásico: lance con De Jong y, tras ver la amarilla, su reacción se fue de las manos. Totalmente desmesurada, apuntando al rostro de Munuera Montero con el dedo y gritándole a centímetros (“¡Siempre lo mismo! ¡Tú! ¡Siempre lo mismo!”). Pudo ver la roja (de hecho, para Iturralde González, analista arbitral de AS, debió haberla visto). La sensación en el Real Madrid empieza a ser de déjà vu constante: otra vez una polémica y otra vez, Vinicius en el medio. Sea culpa suya o no, los líos siempre le salpican. Es por ello que la decisión pasa por intensificar la faena propia: corregir lo que, al menos, está en manos propias.
Que es por ejemplo, evitar reacciones como las del Clásico. Gestos a la grada. En eso se va a centrar el club, en lograr que el futbolista desarrolle una coraza lo suficientemente gruesa como para que, incluso ante la peor de las provocaciones, sea capaz de mantenerse impasible, concentrando en el partido. Que incluso si Gavi le llama “hijo de puta”, como pasó, aguante. Que se doctore en sangre fría. “Al final la gente te coge manía”, dijo Reina, protagonista de uno de los últimos lances que le han envuelto.
El portero, entonces suplente, le dijo algo desde el banquillo y entró al trapo. Ancelotti, a la par, le rogaba que cesase: “Juega, juega”. Pero dio igual; no se contuvo. Exactamente las mismas palabras que le repitió días después en San Mamés. Vinicius, caliente tras recibir seis faltas y ser foco de los cánticos, hizo un gesto limpiándose el escudo. En los partidos siguientes, el deplorable muñeco colgado de un puente y la patada salvaje de Paulista. El asunto ha ido a más: racismo en Son Moix (donde recibió 10 faltas) e insultos a Munuera en Pamplona. Vinicius es denominador común de los líos. Y ya preocupa.