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Circo olímpico

B-boy Grazy, una de las bazas del break dance español para París 2024 y que actuaba en el Cirque du Soleil, relata su historia

- ALBERT SANCHO /

Graciel Stenio, conocido como b-boy Grazy, siempre ha sido un idealista. “Y un soñador”, añade en conversaci­ón con este periódico. Cuando era pequeño, escribía en pósits sus metas. A medida que las alcanzaba, iba arrancando las notas de la pared. Un día, despegó una en la que ponía “actuar en el Cirque du Soleil”. “Ha sido tal y como me lo había imaginado. Éramos 54 artistas en el escenario más otros 50 fuera. Y trabajas con los mejores en cada una de las habilidade­s que se exhiben”, desgrana el madrileño tras formar parte de Messi10, un espectácul­o que la compañía canadiense le ha dedicado al ex del Barça y actual jugador del PSG.

“Era una locura”, resume Grazy, que se apartará de la nómada rutina circense por un tiempo. A sus 35 años ha sido padre por primera vez; a esa misma edad, y tras dedicar toda su vida al break dance, le ha llegado la oportunida­d de poder estar en unos Juegos. El breaking será olímpico en París 2024 y Graciel, junto a su colega y amigo Juan de la Torre, apodado Xak, es una de las grandes esperanzas para que España quede representa­da.

“Estoy muy ilusionado”, admite mientras reflexiona sobre todo lo que el movimiento olímpico supone. “Yo me dedico a trabajar en compañías y circos y sé muy bien cómo está el breaking entendido como cultura. Ahora, entendiénd­olo como deporte, creo que nos irá mejor”, desarrolla Grazy. Desde que se confirmó el breaking para París 2024, el número de salas de entrenamie­nto que le abren sus puertas se ha disparado. Él, como Xak, se prepara en el Centro de Alto Rendimient­o de Madrid (CAR), con un equipo a su disposició­n. La academia madrileña WOSAP, donde el b-boy recibe a AS, incluso, ofrece un título universita­rio de danza urbana y moderna. “Hay una parte de la vieja escuela que odia este movimiento. A mí, decir que ‘esto de la calle se debe quedar en la calle’ me parece retrógrado. Yo miro a París con esperanza. Y más allá, porque tenemos muchas posibilida­des de estar en Los Ángeles (2028). Esto abre nuevas vías laborales (técnicos, jueces…) y la televisión acercará el breaking a las familias y los niños”, añade.

Un cambio de paradigma. Sobre todo, a ojos de Graciel, que ha visto de todo. Empezó en el break con 15 años, “por pura pasión”, y nunca lo ha abandonado. Cursó el grado de Técnico Superior en Actividade­s Físicas y Animación Deportiva (TAFAD) y, siendo casi un adolescent­e, aprendió a conjugar viajar con bailar. “En 20 años he escupido fuego, he hecho cyr wheel (anillo gigante de acrobacias), tuve un número de straps (aparato con correas para ejecutar trucos en el aire), zancos, percusión...”, explica sobre su experienci­a circense. Actualment­e, dirige su propia empresa, Ntamo Performanc­e, dedicada a la organizaci­ón de eventos y espectácul­os. En su currículum también hay películas, series o videoclips. “Hace poco me acordé que salía en Déjala que baile, de Alejandro Sanz, Melendi y Arkano. También participé en videoclips de El Canto del Loco y de cantantes de trap”, recuerda.

Buena parte lo plasma en su primer libro, Manos Sucias, que compende miles de anotacione­s personales (en el bloc de su móvil el número asciende a 2031). “Siempre he sido una persona reflexiva y tímida. Y con un mundo interno muy grande”, se abre. Durante la pandemia, encontró la calma para darle forma a toda esa amalgama de experienci­as y con su grupo, Fusion Rockers, y junto a Adictos y Arcopom (el grupo de Xak), importó esa cultura que, en la década de los 60, nació en el Bronx neoyorquin­o. De ahí a unos posibles Juegos. Distintos tiempos, mismo ritmo.

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B-boy Grazy posa para AS en Madrid haciendo una acrobacia.
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