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Un Grand Slam para San Patricio

Cuarto pleno y 15º título en el Seis Naciones para una Irlanda pletórica

- JORGE NOGUERA

Un Grand Slam. Y por extensión una Triple Corona, un Millenium Trophy y un Centenary Quaich. Un quintal de plata fue la ofrenda de la Irlanda rugbística a San Patricio ayer, un día después de la gran fiesta nacional, que es en cierto sentido universal porque con el paso de los siglos el pueblo irlandés se ha desparrama­do por todo el globo. Una diáspora alimentada en parte por el histórico maltrato de Inglaterra. Precisamen­te el colaborado­r necesario (29-16) en el cuarto pleno en el Seis Naciones del Trébol, el primero en Dublín, 15º título. Una página especial en la etapa más brillante de su historia.

El peso de las circunstan­cias cayó como una losa sobre Irlanda en los minutos iniciales, una dinámica errática favorecida por la intensidad que exhibió de salida Inglaterra, en línea con lo esperable tras la debacle de Le Crunch. El pie de Owen Farrell rentabiliz­ó las dudas irlandesas en el primer cuarto de hora. Tras malograr Sexton, precipitad­o, una buena ocasión de visitar por primera vez la zona de marca inglesa, fue el propio 10 de Leinster quien abrió el flujo de anotación local, con un golpe a palos que le convirtió en el máximo anotador (566 puntos) la historia del torneo del que se despedía. De O’Gara a Jonathan. Todo queda en casa.

Se celebró la efeméride cual ensayo. Como cada placaje ganador, como cada quiebre o cada touch conquistad­a por los hombres de verde. Entonaban los congregado­s el Fields

of Athenry cuando Irlanda consiguió enhebrar la aguja. Lateral lanzado por Sheehan y recogida por Van der Flier, que se la devolvió por el cerrado a su talonador, un purasangre camino al posado. Una jugada de memoria, de equipo hecho.

No fue ese el zarpazo definitivo para Inglaterra. Ese se lo dio el sudafrican­o Jaco Peyper, que expulsó a Freddie Steward al filo del descanso. Decisión drástica en un contacto fortuito, que hace no mucho no habría tomado. Conducida por fuerzas ajenas al cansancio, Inglaterra aguantó hasta cumplida una hora. Fue entonces cuando Henshaw encarriló el Grand Slam explotando un intervalo en las filas visitantes.

La distancia, insalvable ya, la redujo Jamie George, antes de que Herring diera el pistoletaz­o de salida a una noche larga en Dublín para honrar al mejor equipo de cabo a rabo del torneo, que convirtió en estéril el esfuerzo francés ante Gales (41-28), intrascend­ente ya el triunfo escocés (26-14) que dejó a Italia en cuchara de madera por octava edición seguida. Lo único que podría lamentar el aficionado irlandés en un día así es que el Mundial aún esté a medio año de distancia.

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Los jugadores irlandeses celebran ayer el Grand Slam en el Seis Naciones pertrechad­os con todos los trofeos que conquistar­on en el camino al título.

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