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Despedida a la francesa

Benzema marcó su último gol con el Madrid, que acaba segundo ● El Athletic mereció ganar ● Solo Courtois se tomó en serio un partido homenaje

- REPORTAJE GRÁFICO JESÚS A. ORIHUELA Y DANI SÁNCHEZ LUIS NIETO

Fue un dos en uno: partido de Liga de bajas emisiones y en el mismo lote, homenaje para caídos (Mariano y Hazard) y fugados (Asensio y Benzema). Una extraña mezcla de final de curso y final de ciclo que acabó con una despedida a la francesa del Madrid, último episodio de un mal viaje, y un empate inútil del Athletic, al que se le ha hecho demasiado tarde en las últimas jornadas. El equipo de Ancelotti acaba segundo de milagro y Benzema dice adiós con un gol en uno de sus partidos más intrascend­entes. Nadie le juzgará por ello. Y el Athletic se fue sin una victoria que persigue desde hace 18 años porque Courtois no estuvo para fiestas.

Los clasicóman­os habrán encontrado cientos de duelos más emocionant­es que este Madrid-Athletic. La alineación de Ancelotti, sin Alaba ni Modric, dejaba claro que no le parecía demasiado capital mandar en la capital. El Athletic, en cambio, con más que ganar, aunque con peores cartas que Osasuna, sacó los tanques a la hierba: los Williams, Sancet y Guruzeta, el único nueve puro del equipo. Ahí está la travesía en el desierto del Athletic, malacostum­brado por Urzaiz, Llorente o Aduriz. Ahora lleva un tiempo sin encontrar la aguja en el pajar, porque la definición no es la mejor de las muchas virtudes de Iñaki Williams. El gol no es siempre para el que lo trabaja.

El partido empezó con uno de esos gilipenalt­is de penúltima generación. El mayor de los Williams quiso poner de cabeza el balón en el punto de penalti y este golpeó el brazo derecho de Kroos, que estaba de espaldas al lance. No lo protestó porque para el Madrid los puntos no eran ni de sutura. Un penalti ciego que Courtois le paró a Vesga para impartir la justicia de la que se ríe el reglamento.

En cualquier caso, la acción dejaba constancia de las mejores intencione­s del Athletic ante un Madrid prevacacio­nal. Sabe que ya es demasiado tarde para hacerse perdonar. A salvo de aquella galbana solo quedaba Vinicius, ese arrebato que no entiende de estaciones ni competicio­nes. Siempre levanta la mano. Un remate muy suyo, tras salida de recorte, acabó con una parada excepciona­l de Unai Simón, que puso una mano de acero junto al palo. En la otra banda, Rodrygo hacía menos fortuna con igual empeño, aunque anduvo cerca del gol en un eslálom en área rojiblanca interrumpi­do por Unai Simón. Entre uno y otro andaba el Benzema de los últimos meses, más cerca de Oriente que de Occidente. Tampoco el Athletic daba el estirón. Ni Iñaki ni Nico apretaban por las bandas ni Sancet era capaz de romper por el centro. Así que la primera ocasión tras el penalti fue un zapatazo de Yuri, con más pólvora que tino, rechazado por Courtois.

La segunda, a vuelta de descanso, acabó en gol. Fue tras una pérdida irresponsa­ble de Ceballos que aprovechó Sancet para marcar. Necesito dos remates porque Courtois entendió que la Liga se juega hasta el último día. Luego le ganó un mano a mano a Iñaki Williams y se hartó de vocear al resto, que tiró la toalla hace dos meses.

El Madrid andaba aún más perezoso que en la primera mitad, especialme­nte atrás, donde nadie era capaz de detener a los Williams. El Athletic fue encadenand­o contragolp­es sin final feliz y, en cambio, se encontró con un penalti innecesari­o en contra por manotazo en la cara de Yuri a Militao. Lo transformó Benzema, con el gol que abrocha una carrera de 14 años en el Madrid. Ancelotti le sustituyó de inmediato, para elevar el tono del homenaje a costa de dejar al equipo sin delantero centro. Hacía ya demasiado tiempo que el Madrid viajaba hacia ninguna parte. También dijo adiós entre vítores Asensio. Empieza un nuevo tiempo.

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