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Vinicius ensaya para el Clásico

El brasileño, con dos asistencia­s y un partido completo, deja al Madrid a un paso de los octavos Rodrygo marca y se alivia ● Bellingham mantiene su racha, pero se va tocado ● El Braga rozó el empate en el arreón final

- LUIS NIETO REPORTAJE GRÁFICO JAVIER GANDUL

De los once que puso Ancelotti en Braga de salida y los tres que metió luego solo uno jugó como si el Clásico no existiera: Vinicius. No hay graduación de partidos para él como tampoco un límite de intentos. El brasileño produce gran parte de las endorfinas del Madrid. Ante un Braga valiente pero permisivo atrás lanzó la escapada de un equipo superior pero ahorrativo, incapaz de disimular que su partido es el del sábado. Eso no evitó un nuevo gol de Bellingham, que a falta de excelencia mantuvo la eficiencia. Se fue tocado, aunque no parece que vaya a declararse el estado de alarma tras un duelo en que el Madrid puso pie y medio en los octavos.

En el proceloso mundo de los entrenador­es, un clásico es obviar el Clásico en vísperas del partido preclásico. Lo dice cualquier manual de buenas prácticas, por si los futbolista­s caen la tentación de que el encuentro importante se coma al urgente, más si es de Champions. Así se explica la rotación moderada de Ancelotti en Braga: dos retoques en defensa, otros dos en el centro del campo y ninguno arriba, porque a Joselu, que estaba previsto, le atacó la gripe y le dejó fuera incluso del banquillo. Un equipo bajo el influjo de Modric, más Peter Pan para sí mismo que para el entrenador, indicativo de que no estará entre los once principale­s de Montjuïc.

Un once nuevo, pero afilado por donde siempre: Vinicius, un futbolista con un punto de sal que no tiene el resto. El Braga, que no ganará esta Champions pero tiene una valentía encomiable, había apretado al Madrid sin asfixiarle abriéndose mucho a las bandas y alejando al equipo blanco de su área. También lanzando drones en las cercanías de Kepa. Construido sobre una cantera de granito, este estadio está acostumbra­do a que su equipo sepa picar piedra.

Vinicius se llevó por delante esa estrategia ortodoxa del Braga en la primera que se le presentó. Recibió un balón largo en la izquierda que no controló a la primera, pero metió después un acelerón que dejó atrás a Serdar y dibujó un pase en el primer palo que remató a la red sobre la marcha Rodrygo. Un gol de primera necesidad para el jugador y muy útil para el equipo. Una asistencia del estruendos­o y una diana del sigiloso, la pareja con la que el Madrid irá hasta el final esta temporada.

El desenfado de Vinicius, que en los minutos siguientes siguió en versión diabólica, tenía poco que ver con el resto del equipo, acomodado en modo espera, Bellingham incluido. Un Madrid controlado­r pero reservón que, en contra de la costumbre, se saltaba demasiadas veces a sus centrocamp­istas. El Braga, sin desatarse, tampoco se vio impresiona­do por las medallas en

la pechera de su rival. Es un equipo hecho para atacar al que le incomoda defender, pero llegó al área del Madrid racheadame­nte. Rüdiger, en versión muralla, evitó que Kepa se viera contra las cuerdas.

El lateral derecho Mendes, de larguísimo recorrido y alta velocidad, y el buen pie de Ricardo Horta marcaban el norte del Braga. El oficio de Modric, el empuje de Camavinga y la hiperactiv­idad de Vinicius, jugando siempre a la espalda de una defensa imprudente­mente adelantada, ponían el contrapunt­o en un Madrid de bajo consumo. Es imposible abstraerse de un Clásico con el marcador a favor y en un campo donde tampoco hay cocodrilos.

La diferencia de calidad en favor del Madrid era notable y el único punto de equilibrio en el duelo lo ponía la intensidad del Braga. Al fin y al cabo uno juega para pasar cuanto antes y otro para hacer historia.

Superado el descanso, el Madrid buscó el golpe de gracia. Bastó con que Bellingham se pusiese a ello. Lo probó primero en un bote pronto que le sacó Matheus, después llegó un cabezazo de Carvajal calcado al del Pizjuán con peor desenlace y finalmente el gol nuestro de cada día del inglés. Vinicius fijó a la defensa, cedió el balón atrás y un metro dentro del área el inglés metió un pase a la red con la elegancia de Kroos. El Braga quedó convencido de que el diablo viste de Prada.

Aquello pareció liquidado y no lo estaba porque apenas un minuto después, el español Djaló, el jugador con más iniciativa del equipo portugués, recibió un regalo de Banza y de un derechazo por el primer palo batió a Kepa. Ahí apareció otro Sporting de Braga, ahora sí aplicado en la primera presión, y el Madrid se vio ante un sufrimient­o inesperado. Los portuguese­s le metieron en el área, como el Sevilla en los minutos finales, y rondó el fantasma del empate. Un disparo a quemarropa de Ricardo Horta lo sacó Kepa a ciegas: el tiro le buscó a él y no a la inversa. Luego, Fonseca cabeceó erráticame­nte un envío estupendo de Ricardo Horta. Ancelotti se inquietó. Quitó a Rodrygo para sobreprote­gerse con Tchouameni y a Fran García para cerrar mejor la izquierda con Mendy. Dos cambios con mucha fibra. Artur Jorge actuaba la inversa, recuperaba su 4-2-3-1 habitual con Bruma, al que había renunciado de salida, y apostaba por jugadores de más toque (João Moutinho). Arriba, el Madrid solo tenía a Vinicius. Suficiente. Una escapada suya acabó en gol anulado por fuera de juego que pareció legal a vista de pájaro y casi a vista de VAR. Hubiera merecido el premio. El partido empezó y acabó en él.

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Los jugadores del Real Madrid celebran el segundo gol marcado por Bellingham tras una buena jugada de Vinicius.
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