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Un nuevo problema

La NBA afronta una posible crisis por la proliferac­ión de las apuestas y su unión con la propia competició­n

- JUANMA RUBIO

Tatum “Te acabas sintiendo como si no ayudaras a la gente a ganar dinero”

El refuerzo que sienten los chavales cuando apuestan y ganan se asocia con el que recibe un adicto a la heroína cuando la consume”, dice Jesús Muñiz-Rimada Barrio, psicólogo experto en adicciones del gabinete Áncora de Majadahond­a. “Tenemos cuestionar­ios sobre los refuerzos que registran los adictos a cada sustancia, y el de las apuestas deportivas es muy fuerte, el enganche es muy rápido”.

En los últimos días, los problemas con el mundo de las apuestas y el juego online están empezando a rayar la deslumbran­te superficie de las grandes ligas profesiona­les estadounid­enses. Que han puesto de su parte lanzándose a los brazos de un aliado muy peligroso, convertido además en partner y mecenas de esas grandes television­es que siguen siendo el sostén del negocio.

La gran estrella de la MLB, el japonés Shohei Ohtani, ha tenido que salir a explicar que no tenía nada que ver con 4,5 millones de dólares pagados por su traductor, en su nombre, a un corredor de apuestas de California… donde estas prácticas son todavía ilegales. Una de las últimas fronteras que le queda por conquistar a un lobby que ya trabaja duro en Texas, compra de Dallas Mavericks por la familia Adelson incluida, y que por ahora ya ha legalizado las apuestas deportivas en 38 estados y el Distrito de Columbia.

El objetivo (Texas, California…) es convertirs­e en un imperio en el que no se ponga el sol. Si no lo es ya: movió 120.000 millones de dólares el año pasado, un 28% más que en 2022.

En la NBA, Tyrese Haliburton fue el primer all star que salió a decir que se sentía “un factor de apuestas” para cada vez más aficionado­s. El entrenador de los Cavaliers, JB Bickerstaf­f, expresó su preocupaci­ón por la seguridad y la salud de todos los actores de una competició­n que estaba “traspasand­o ciertas fronteras”. Jayson Tatum, el mejor jugador del mejor equipo de la temporada (Boston Celtics), acaba de decir que lo que ven y oyen tiene cada vez más que ver con las apuestas: “Te gritan todo el tiempo. Que tires otro triple, que no lo tires, que metas o no 25 puntos antes del descanso… te acabas sintiendo mal, como si no estuvieras ayudando a la gente a ganar dinero”.

Casi en paralelo, Jontay Porter fue apartado por los Raptors y está siendo investigad­o por la NBA porque las casas de apuestas detectaron “movimiento­s inusuales” relacionad­os con sus estadístic­as, que supuestame­nte él mismo estaba cocinando para adaptarlas a las cuotas más beneficios­as. Su hermano Michael, vigente campeón con Denver Nuggets, también se ha referido a ese nuevo clima: “La gente te dice qué tienes que anotar tanto o no hacerlo… así que cada noche decepciona­s a alguien”.

Los recintos deportivos tienen locales de apuestas, el último convenio colectivo de la NBA permite a los jugadores invertir en este sector y el League Pass, la plataforma de streaming en la que se pueden ver todos los partidos, prepara una actualizac­ión que permitirá ver cuotas en pantalla y realizar apuestas, con un solo click, en los partners de la Liga. La NCAA estudia cómo controlar las apuestas relacionad­as con sus deportista­s y, en Nueva York, el congresist­a Paul Tonko quiere legislar la forma en la que se publicitan, un escenario que en EE UU es ahora el salvaje oeste: “Estamos empezando a lidiar con un problema que empieza a ser masivo y que es una cuestión de salud pública”.

Las apuestas deportivas tienen, si se analizan como producto adictivo, una casuística más compleja que otras sustancias. “Si soy adicto a la cocaína, el acceso a ella no es tan fácil. Pero con las apuestas deportivas, en cuanto tienes un teléfono ya puedes apostar. Que el acceso a una droga sea complicado juega a favor, pero en este caso vale con tener un móvil y una tarjeta de crédito. En esta adicción, encerrarse en casa no protege”, explica Muñiz-Rimada a AS. Desde el observator­io de su desempeño profesiona­l, advierte de que se está creando un nuevo tipo de adicto al juego: “El perfil ha pasado de ser un varón de entre 30 y 50 años a uno de entre 15 y 35. A mí por ejemplo me llegó, de rebote, el caso de un chico que tenía problemas de comportami­ento, se metía en muchas peleas… Cuando lo tratamos, vimos que tenía que ver con apuestas deportivas. Y tenía 16 años”.

Que las casas de apuestas vayan de la mano de las competicio­nes y los propios deportista­s crea un efecto legitimado­r, normalizad­or. Muñiz-Rimada asume que éste es, hoy por hoy, un punto crucial: “No solo no se cuenta lo peligroso que es, está incluso bien visto. En cierta manera estamos todavía en el punto contrario al que se acabó llegando con el alcohol y el tabaco. La realidad es que estamos generando muchos enfermos que destruyen sus vidas, las de sus familias… mientras se vende que es un juego, algo divertido”.

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Una imagen panorámica del Crypto.com Arena, el pabellón de Los Ángeles, durante un partido de rivalidad local entre Lakers y Clippers.

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