Arrollar sin champagne, ni supernova
El respeto rayano en el temor atávico de Guardiola al Madrid le llevó ante el Aston Villa de Emery a jugársela sin
De Bruyne ni Haaland en el once. Parafraseando a los Oasis que tanto se desviven por el City, sin el champagne futbolístico del belga y la supernova goleadora que es el nórdico. Y ganar, tan pancho. Da la sensación de que sólo es cuestión de tiempo que los citizens adelanten al Liverpool y devuelvan a este bizcochable Arsenal a su realidad de equipo casi. Ya lo siento por Nick Hornby, que nos inoculó simpatía por los gunners, las tiendas de discos y hacer listas de cosas, pero a este City sólo le puede meter mano... el Real Madrid. Guardarse a De Bruyne y Haaland, pero no a Rodrigo. Guardiola antes se corta un pie. El mejor futbolista español y el mejor de la Premier es el que dota de sentido a todas las carísimas y espectaculares piezas intercambiables del equipo. Doku a un costado y Grealish al otro hicieron daño cuando y cómo ordenó Rodrigo. Si la jugada requería velocidad, balón al belga; si había que meter bisturí entre los prietos pliegues villanos, pelota a las medias bajas del internacional inglés. Usando, como si fuera una apertura de rugby, a Foden (diez goles desde febrero) y Bernardo Silva como correas necesarias. La profundidad de banquillo para sostener una eliminatoria de Champions a como mínimo 180 minutos se ha convertido en herramienta de pura supervivencia. Y ahí el Madrid es el único que puede sostener la partida al plantillón del City. Un Militao rodado para Mánchester, la capacidad de aportar genialidad de Modric, la opción para Carletto de guardarse a Camavinga para mantener las revoluciones altas en el segundo tiempo y la variedad que ofrecen el talento de Brahim a ras de césped y la palanca de Joselu por los cielos. Este Madrid tiene recursos y no es, en juego y forma, el del
4-0 en el Eithad.