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El otro Madrid también es campeón

Los suplentes blancos ganan al trantrán en Anoeta Arda Güler se suma a la fiesta con el gol que decide el choque ● y dejan al equipo a cuatro puntos del título Modric, soberbio ● La Real, bien en juego, mal en puntería

- LUIS NIETO REPORTAJE GRÁFICO JESÚS A. ORIHUELA Y AIOL

La Liga es lo que dice la tabla: los suplentes del Madrid también son invencible­s. Ganaron sin jugar bien un tiempo, otra de las virtudes ocultas de un campeón, y enmendándo­se a medias en otro a una Real de gran nivel. El menos cantábrico de los equipos cantábrico­s solo se desvaneció al borde del área. La conclusión final es que el alirón blanco está ahora a paso y medio, que Modric tiene apariencia de titularísi­mo y que Arda Güler no es un fichaje fantasma. El turco está menos verde de lo que dice su edad y no vive solo de su pierna izquierda. También tiene trabajo y disparo. Estos tres puntos llevan su firma. Cuatro, en el peor de los casos, le faltan a su equipo para cerrar la función.

El partido tuvo un prólogo lujoso. Bajo la lluvia, la Real homenajeó a David Silva, mago canario, después de nueve meses de añoranza por su retirada. Imposible no llorar una pérdida así, inevitable ovacionarl­e como lo hizo Anoeta. Ya era de oro y brillantes antes de que le pusieran la insignia. Luego, la Real, que hace tiempo se debe una disculpa a sí misma por la semifinal copera perdida, se fue a por el Madrid con el estado de necesidad que se le supone y ahorrándos­e preliminar­es: primera presión ambiciosa, Kubo y Barrenetxe­a abanicando las bandas, Merino y Zubimendi, gente de orden, para encoger a un rival desfigurad­o y una defensa adelantadí­sima para recortar espacios. Barrenetxe­a abrió el fuego con un centrochut picante y un disparo desviado que se perdió entre el aguacero.

Lo importante antes que lo urgente. Ese mensaje dejó Ancelotti en una alineación con nueve cambios respecto al Clásico, el banquillaz­o extremo que le permite la clasificac­ión. El Madrid tenía seis balas para hacer dos blancos y medio y el de Anoeta no le pareció ni el más oportuno ni el más sencillo. El equipo necesitaba un cierto proceso de descompres­ión tras escalar dos ‘ochomiles’ en media semana y su técnico puso a los improbable­s en lugar de los imprescind­ibles, a los que precisará frescos de piernas y cabeza en Múnich.

Según avanzaban los minutos y la lluvia, la Real se volcó sobre Kubo, un futbolista mucho mejor que el que vendió el Madrid. Siempre anduvo en la línea de gol del primer equipo sin cruzarla. El club blanco se guardó la cláusula del por si acaso (un 50% de sus derechos) porque siempre sospechó que explotaría. Ahora lo ha hecho, pero para su papel sobran jugadores en el Bernabéu. Un disparo suyo sin demasiado ángulo lo sacó junto al palo Kepa, ángel caído. Tardó en volar otra amenaza sobre su marco, pero llegó. Un zapatazo de Turrientes rozó la escuadra.

El Madrid se cobijaba en un 4-4-2, con Arda Güler en la banda derecha. De él solo se habían visto hasta ahora unas cuantas delicias turcas (gol al Celta, penalti provocado ante el Girona, ocurrencia desde 50 metros en Pamplona inconclusa por un pelo y por un palo, algún doble tirabuzón en los entrenamie­ntos) y en el partido andaba agazapado, pero mandó a la red la primera que le llegó. Un centro raso y potente de Carvajal cruzó el área sin intercepci­ón realista y lo empalmó el turco de izquierda para colar el balón entre las piernas de Remiro. Para entonces ya se había mudado a la posición de mediapunta, traje a su medida. El Madrid no había dejado hasta entonces ninguna huella en área realista.

El gol precedió al lío. Kubo empató tras una falta indiscutib­le de Barrenetxe­a a Tchouameni. Se la tragó el colegiado de campo y le salvó la cara el del VAR, balear de apellidos extraídos de un once del Barça: Busquets Ferrer. Anoeta, que no le guarda simpatía a Munuera, ardió de indignació­n sin razón. Fue una mezcla de enfado y frustració­n, porque una Real superior se veía por detrás en el marcador casi inexplicab­lemente. O no tanto viendo la capacidad del Madrid para guarecerse esta temporada.

La segunda mitad amaneció con un remate raso de Turrientes que sacó Kepa. No resultó un indicio, porque el encuentro se volvió más equilibrad­o. Kubo perdió tracción, Barrenetxe­a empezó a desaparece­r y Modric se metió el partido en el bolsillo. El croata camina en contra de la edad y de la lógica: su final de temporada es infinitame­nte mejor que el principio. Suele ocurrirles a los veteranos, cuyo motor de arranque se ralentiza. Anoeta le despidió en pie. Es un futbolista apto para todos los públicos.

El Madrid no creaba ocasiones, pero ahora se protegía con la pelota, mancomunad­amente, achicando a la Real. Poco a poco, Ancelotti fue metiendo a algunos de los que serán titulares en Múnich. Vinicius y Valverde, al que dejó maltrecho de un tobillo Merino (también lo pasó por alto Munuera, afónico de silbato de principio a fin), fueron los primeros. Rüdiger y Camavinga, los siguientes. La sacudida llevó a Nacho como marcador de Kubo. Fue la preparació­n para resistir la embestida final de la Real, que volvió a la casilla de salida, el dominio abrumador y una presencia constante en el área de Kepa, segurísimo. Rüdiger desvió milagrosam­ente una vaselina de Oyarzabal, Becker, otro recién llegado, soltó un latigazo que sobrevoló el larguero. Todo quedó en el casi. Lo que le falta al Madrid para ser campeón aritmético.

 ?? ?? Arda Güler, goleador y MVP del partido, se lleva el balón tras una pugna con Oyarzabal en el encuentro disputado anoche en el Reale Arena.
Arda Güler, goleador y MVP del partido, se lleva el balón tras una pugna con Oyarzabal en el encuentro disputado anoche en el Reale Arena.
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