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Un siglo en Mendizorro­za

El Alavés celebra por todo lo alto los cien años de vida de su estadio ● El Celta busca la tranquilid­ad

- JAVIER LEKUONA

Mendizorro­za alcanza el siglo de vida. En un Alavés-Celta por la permanenci­a. Se inauguró el 27 de abril de 1924 con un partido entre el Deportivo Alavés y la Sociedad Deportiva Deusto. El párroco de la iglesia de San Miguel (desde cuya torre baja todos los 4 de agosto Celedón para anunciar las fiestas y que además contiene la hornacina de la Virgen Blanca, patrona de la ciudad) bendijo el terreno de juego. El saque de honor lo realizó Ignacio Echevarría, alcalde de Vitoria en esos momentos.

Mientras tanto, cada vez crece más la opción de que el club plantee a corto plazo la construcci­ón de un nuevo estadio. La gran duda es si en el mismo emplazamie­nto o si se busca otro. El actual presidente, Alfonso Fernández de Trocóniz, en el cargo desde 2013, es socio desde los tres años “y venía a este campo con mi padre y con mis hermanos”. Ha tenido carnets en todas las gradas salvo la de Polideport­ivo. “Sólo hay tres campos en España que puedan hablar de tantos años de existencia en el fútbol profesiona­l (El Molinón, Mestalla y La Cerámica). Lo que se vive aquí es una comunión entre el equipo y la grada. El Alavés merece tener una buena casa”.

En estos cien años de bella historia han desfilado jugadores legendario­s, como Manu García. “Los primeros recuerdos en el campo son con mi primo animando al equipo cuando éramos pequeños. Luego fue un sueño jugar sobre ese magnífico césped”, refleja el bravo excapitán.

Emilio Quílez, exentrenad­or y comentaris­ta, recuerda cuando hicieron debutar a Ernesto Valverde con el Alavés en Mendizorro­za. Ladislao López Francés, de 82 años y socio desde los diez no olvida el ascenso de mediados de los 50 del siglo pasado. “Hace muchos años se instaló un velódromo de madera y pudimos ver en el campo a gente como Timoner, Poblet y compañía”. Carlos Guevara, exjugador y padre de Ander Guevara, aún visualiza el famoso marcador en el que estaba el célebre Donato antes de la remodelaci­ón. “Los banquillos estaban en la otra banda, en la que ahora da al aparcamien­to”. Ander se entristece por no haber podido ver a su padre y tener una imagen de cómo jugaba al fútbol. “Mi primer recuerdo de este estadio es el de venir a ver los partidos con él, de la mano. Nos solíamos sentar en la grada de General”. Alberto Garmendia, exjugador y entrenador de porteros, se acuerda de cuando llegó Jorge Valdano, con 18 años. “Antes era muy cortado y no hablaba nada pero ahora ha cambiado y no para”. Y a Luis Argote, actual delegado de campo, le asaltan los recuerdos: “Tengo la imagen de los de las puertas, que eran boinas rojas y luego azules. Si te conocían y eras un niño que ponía cara de bueno, te dejaban entrar. Una vez que te colabas, terminabas en la primera fila. He vivido hasta fogatas en la grada, para hacer una barbacoa. Ahora todo ha cambiado”.

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