La ciudad del motor, en apuros
Detroit: de ‘la Meca’ mundial del motor a la bancarrota
La ciudad en la que Chrysler, Ford y General Motors fueron fundadas y mantienen sus centrales está en bancarrota. Una deuda de 13.000 millones de euros hizo que Detroit entrara en suspensión de pagos en 2013. Ahora, sus gestores encaran enfrentamientos con los empleados públicos a cuenta de los recortes que planean en salarios y pensiones
La semana pasada, el juez Steven Rhodes aprobó la solicitud de bancarrota presentada el pasado mes de julio por Kevin Orr, el alcalde en funciones de Detroit, que acumula una deuda de 13.000 millones de euros.
Desde 2012, es la octava ciudad de EEUU que llega a esta situación, aunque con mucha diferencia se trata de la más grande por su tamaño, población y, también, por la cantidad en pasi- vo. Se trata de uno de los últimos episodios de una larga lucha entre la que fue cuarta ciudad de los EEUU y sus funcionarios, que como ha sucedido en España, serán los primeros en pagar los platos rotos cuando se destapan inmensos agujeros en la hacienda de lo público.
Así, en los próximos meses, las autoridades no solo van a tener que medir con lupa en cuánto recortan sus pensiones y sueldos, sino qué servicios públicos y coberturas sociales liquidan en una ciudad en la que la paz social y la seguridad ciudadana son una de las principales preocupaciones. Dentro de unas semanas, tendrá lugar
el NAIAS ( North America Inter
national Auto Show), que desde 1907 y hasta 2006 fue el único de los salones del automóvil de EEUU reconocido oficialmente como internacional. La celebración de este evento en la ciudad que acoge las centrales de Ford, General Motors y Chrysler –antaño, sobre todo cuando fueron lo tres principales fabricantes, conocidos como los Big Three
no está en tela de juicio.
La capital del motor se va a California
También es más que evidente que, desde la irrupción en Norteamérica de las marcas japone- sas y europeas en los años 70 y 80, y la conversión sobre todo de GM y Ford en marcas globales con centros de producción por todos los continentes, la idea de Detroit como capital mundial del motor se ha ido diluyendo en la conciencia de esta industria.
Es más, desde California, que aglutina muchos de los nuevos lugares de producción y la mayor parte de los nuevos centros de Diseño e I+D de la marcas en torno a Palo Alto, es uno de los lugares donde más se ha celebrado y aprovechado esta decrepitud de Detroit y en los últimos años, el Salón de Los Ángeles, que se celebra ocho semanas antes que el NAIAS, le
roba muchas de sus presentaciones mundiales y gran parte de su protagonismo.
Tampoco puede achacarse a esta pérdida de la capitalidad virtual del motor el declive de la ciudad asentada sobre el río Detroit. Es más: si no fuera por el apoyo incondicional que siempre le han brindado los Big
Three, las cosas irían mucho peor en la ciudad más poblada del estado de Michigan. Si le preguntas a cualquiera que te encuentres en Motown, seguro que te dirá que fueron las grandes compañías las que levantaron esta ciudad. Y, ciertamente, cuando a comienzos del siglo XXI ya asomaba claramente la crisis en la industria del automóvil americana, Ford, GM y Chrysler decidieron darle un nuevo impulso al levantar los nuevos rascacielos del Renaissance Centre, el nuevo corazón financiero de la ciudad.
A pesar de todos estos esfuerzos, la gente siguió huyendo de la ciudad y hoy Detroit tiene menos de 700.000 habitantes, la mitad que hace 60 años, cuando tras la Segunda Guerra Mundial llegó a ser la cuarta ciudad de los EEUU: en el censo de 1950, hubo 1.849.568 inscritos.
Hasta los años 60, la ciudad atrajo a personas de todo el país con las mejores condiciones que ofrecía la meca del automóvil: Ford había introducido en los años 20 la jornada laboral de ocho horas y 5 dólares a y todavía hay una red de hospitales y centros de salud propios de la marca en el estado de Michigan.
Icono de la igualdad de derechos
De hecho, durante décadas Detroit fue un imán para los trabajadores negros que allí encontraban más oportunidades que en otros lugares del país y eso se nota todavía hoy, dado que el 82% de los nacidos allí son de esa raza. Sin embargo, a comienzos de los 70, la industria americana del motor comenzó a perder fuelle y con ella, lentamente, su capital.
Desde el cambio de siglo, Detroit vive una auténtica debacle cimentada sobre décadas de mala gestión por parte de sus responsables.
Entre el año 2000 y 2010, el paro se multiplicó por tres hasta alcanzar el 18%, la tasa más elevada del país, y eso a pesar de que en el mismo periodo, un 25% de los nativos de Detroit se marchó a otros lugares del país. Esta huida representa una
gigantesca pérdida de ingresos para la ciudad en forma de impuestos, ya que por ejemplo el 47% de los propietarios no pagan a tiempo sus tasas.
De hecho, se calcula que hay cerca de 20.000 viviendas abandonad as , mucha s amenazando ya ruina, en el área metropolitana. Y, si es verdad que los fabricantes de automóviles siempre han fueron los que han tiraron más del carro en la cuna del automóvil, esto cambió radicalmente en el año 2008. Cuando estalló la última burbuja financiera, Daimler empezó a coger carrerilla para salir corriendo de Detroit y, finalmente, dejar Chrysler en manos de Fiat.
Por su parte, GM declaró su propia quiebra y tuvo que ser intervenida por el Gobierno. Ford ha sido la única marca que ha logrado salir del atolladero por sus propios medios, no sin afrontar una reconversión. Así las cosas, el apoyo de la globalizada industria del motor ya no va a llegar en forma de las multimillonarias inversiones de antaño.
Sean cuales sean los próximos pasos de los gestores de esta gran ciudad, esperemos que no les lleven a liquidar las obras de arte del DIA.
Aunque acabar con el bienestar de quienes con su ejemplo y trabajo demostraron que la mejor versión del sueño americano – esa en la que todo hombre que ya tiene asegurada la libertad, recibe además la promesa de que, trabajando duro, podrá conseguir lo que desea en la vida- sería tan malo como vender los preciados Van Gogh del museo de la ciudad, o quizá mucho peor. Al fin y al cabo, quienes están dibujando el futuro de la ciudad solo tienen que echar un vistazo al pasado y ver cómo esta asentamiento fundado por el capitán francés Antoine de la Mothe Cadillac en 1701 siempre ha sabido levantarse cada vez que ha caído. Como en 1805, cuando el fuego arrasó la ciudad y solo dejó en pie las chimeneas de ladrillo. Al comenzar la reconstrucción, sus habitantes decidieron adoptar el actual lema de esta urbe que desde entonces también conocida como
la ciudad del renacimiento: “Esperamos lo mejor, resurgiremos de nuestras cenizas”.