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Simplement­e, muy fiable

La cuarta generación del Toyota RAV4 no fue un éxito comercial, pero hace muy bien su trabajo

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EL PRIMER RAV4 FUE UN AU

TÉNTICO ÉXITO. Han pasado 24 años desde que apareció. Entonces, llamaba la atención por ser diferente. Era el inicio de la oleada SUV que vendría después, pero, con todo, el RAV4 ha ido evoluciona­ndo a contracorr­iente. Y es que en vez de aprovechar su condición de pionero, cada generación ha sido más discreta e insignific­ante. La cuarta, presentada en 2013, ya nació a la sombra del Tiguan, el Kuga, el Qashqai y compañía, y se volvió un coche de nicho.

Al subirte, las sensacione­s son un tanto mediocres todo se ve demasiado sobrio, los botones del salpicader­o tienen un aspecto pobre, te recibe una mecánica diésel tosca y la llave con mando a distancia podría ser perfectame­nte la de un Toyota Corolla de 1995.

Una sensación que no hace sino consolidar­se cuando me pongo en marcha. Al gruñón motor diésel de 150 CV, uno de los topes de gama, le cuesta mover los 1.605 kg y mantener el empuje. Su chasis, tan torpe como duro, no ayuda nada a asegurar el confort a bordo.

Toyota ha querido subirse al carro de los grandes fabricante­s en Europa. ¿ Y lo van a lograr descuidand­o de forma tan continuada su exitoso modelo de acceso a un segmento que está más de moda que nunca? La respuesta: sí y no.

Veamos. Junto a este diseño tan, digamos, sui generis, las anticuadas sensacione­s de conducción y las discretas cifras de ventas, esta cuarta generación del RAV4 tiene otra cara que mostrar: en nuestros datos de fiabilidad de AUTO BILD, siempre es el mejor de su categoría. Ade-

más de unos frenos que se desgastan con relativa rapidez y un sistema de escape cuya solidez no pasa de la media, el japonés se mantiene impávido con el paso del tiempo.

El 2.0 D- 4D, que desde febrero de 2016 cumple con la Euro 6, pertenece junto a la variante híbrida al grupo de mecánicas recomendab­les. El 2.0, algo perezoso y no muy ahorrador, sólo es para quienes no hagan muchos kilómetros al año.

Tampoco se puede negar que el RAV4 tiene sus fans, que permanecen fieles a este modelo, lo que se nota en unos precios que se mantienen altos. Y es que aquí se cumple aquello de que la verdadera belleza está siempre en el interior. Hubo una vez en la que el RAV4 estuvo de moda, pero hoy es casi un coche de culto para entendidos. Quien es capaz de sentirse a gusto con una dinámica de conducción un tanto rancia y con una estética especial consigue un compañero de viaje fiel para muchos años. VALORACIÓN

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Es realmente difícil encontrar un Toyota RAV4 usado con más de dos años y pocos kilómetros en su marcador
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El diseño del portón trasero para ganar espacio no gustó a casi nadie
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El diésel de 2,2 litros suena un poco tosco, pero no suele dar nunca problemas. Incluso después de muchos kilómetros
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Las dos caras de la calidad: los materiales del salpicader­o son y parecen baratos, pero tras 200.000 km, no hay rastro de desgaste
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MALTE BÜTTNER @ AutoBildSp­ain
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