El grande es un SUV de todas, todas
Hay un mundo de distancia entre el CX-3 y el CX-5. El pequeño juega la baza de SUV coupé
AMBOS LLEGAN CON EL REFINADO ROJO MAGMA y con sus grandes llantas de aleación. Si los ves de frente, podrían confundirse fácilmente. Hasta el momento en que entras en la parte trasera del CX-3. Uff, esto sí que es apretado. Las rodillas y la cabeza no van muy holgadas en la segunda fila, donde los japoneses ahorran espacio en favor de un morro largo y un techo bajo. Queda precioso, eso sí, como un SUV coupé de moda. ¿Quién dice que los coches con carrocería elevada tienen que parecer furgonetas? Mazda lo hace genial.
En la parte delantera, el CX-3 G-150 AWD parece que rodea al conductor, coloca el cuentavueltas en el centro y su palanca del cambio, de recorridos precisos, queda perfectamente a mano. El motor de dos litros suena áspero, pero empuja de manera uniforme y con más ganas que en su hermano mayor. Solo falta el punch del turbo en este atmosférico, pero una vez lanzado te basta con reducir para tener el empuje que buscas, lo que repercute en el consumo. Su chasis, de tarado bastante firme, acentúa las sensación general de deportividad. Consejo: si quieres más confort, opta por un equipamiento más económico, con ruedas de 16 pulgadas, que le dan un rodar más suave y, en general, lo vuelven más cómodo.
El CX-5 con este motor cuenta con 165 CV, tiene un carácter parecido, un ajuste firme y solo aumenta su sensación de bienestar a través de su tamaño. Es un SUV, con todo lo que se requiere en este segmento: asientos más altos, mayor espacio interior y hasta tracción integral en este acabado que hemos escogido. También los asientos traseros y el maletero tienen formato familiar. Gracias a su diseño ergonómico, este japonés permite manejar todo sin problemas.
El mismo motor de gasolina de 2,0 litros es mucho más silencioso y relajado en el grande. Una alternativa cómoda al motor diésel, especialmente, porque el temperamento y el rendimiento son convincentes.