Celebramos el 70 aniversario de Seat al volante de un 124 FL 2000 en una inolvidable ruta por la Rioja Alavesa
Seat cumple 70 primaveras en 2020 y para celebrarlo ha sacado su fabuloso fondo de armario para que le dé el aire. Y AUTO BILD ha ventilado un 124 FL 2000 en una ruta por la embriagadora Rioja Alavesa
CUANDO COMIENZAS A PEINAR CANAS Y EL HECHO de que no te dejen ir a una discoteca por restricciones de la covid te importa un pimiento, es que te estás haciendo mayor. Niego la mayor, aunque algo de verdad hay cuando llegados a este punto empiezo a mirar a los viejos rockeros de la carretera con ojitos de cordero degollado...
Este mismo efecto me ocurre al analizar el Seat 124 FL 2000 que tengo delante de mí. En mi interior se despierta un vínculo emocional dormido durante décadas. En este caso, me vienen a la memoria fragmentos de una saga esencial en la historia del cine de nuestro país, a base de retratar la España de la Transición: 'Perros callejeros'. Una saga centrada en quinquis como El Vaquilla o El Torete, delincuentes dedicados al robo de vehículos y con los que perpetraban otros delitos. Y el 124 era prota.
Pero no es mi objetivo hablar de tiempos pasados, sino de automóviles de otra época, pero que encierran – como los viñedos viejos– la esencia que ha hecho grande a una bodega, o en este caso, a una marca como Seat. En este sentido, el 124 FL 2000 concentra en sus 970 kg de peso y poco más de 4 metros de longitud, de lo bueno, lo mejor.
No hay que olvidar que la saga 124 marca la segunda gran época dentro de la historia de Seat, después del icónico 600. Y el no va más de la familia 124 era el FL 90, el Seat 124 D Especial 2000, heredero de los célebres 124 de Seat Competición, y del que solo se fabricaron 829 unidades. De hecho, el directo antecesor del FL 90, el 124 D Especial 1800 (o FL 80), había sido la base del Seat oficial de grupo 4 con el que la marca española ganó el trofeo al mejor equipo oficial participante en el Rally de Montecarlo de 1977. Por su parte, con un FL 90 de grupo 2 Salvador Cañellas ganaría en 1979 el Campeonato de España de Turismos, el último título de Seat Competición.
El 124 FL 90 calzaba neumáticos de 175 mm de sección, mucho más acordes con el potencial del vehículo que los de 155 mm del 124-1800. Pero la gran diferencia era el motor, >>
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Tracción trasera, 114 CV, una quinta marcha y dirección de cremallera. ¡Qué más se puede pedir!
>> de 1.919 cc (cilindrada escogida por motivos de fiscalidad), que en realidad entregaba la misma potencia (114 CV) pero con más par. Se trataba de un desarrollo específico de Seat, puesto a punto por el Centro Técnico de Martorell (inaugurado en 1975).
Por otro lado, con capacidad para 5 plazas y la tremenda vivacidad de sus 114 CV, el FL 90 era un turismo de espíritu deportivo. El único pero era el depósito de combustible de apenas 39 litros, que limitaba la autonomía en trayectos largos. Aparte del color, el coche era bastante discreto, y solo la banda lateral negra con la leyenda '2000' (también en la tapa del maletero) permitía distinguirlo. En el interior, destacaba el volante de los Sport 1200/1430 'Bocanegra'.
Es hora de comprobar si, como reza el mantra, los viejos rockeros nunca mueren. Abro la puerta del conductor y hago el primer intento por encajar mis 1,83 m de altura en un puesto de conducción concebido de fuera hacia dentro, sin los estándares de la ergonomía actual. Primer reto superado. Eso sí, ante un volante inmovilista, solo cabe que mis piernas y rodillas flanqueen la columna de dirección. Arranco con un leve pisotón al acelerador –como mandaban los cánones de la época– y me sorprende que mis zapatones pisen con precisión pedales con tanto apego entre ellos.
Esta vieja gloria y un servidor vamos a participar en la primera edición del País Vasco Classic Tour, una bonita ruta por La Rioja Alavesa, organizada por Automovilia y Motor Clásico. Inicio la marcha con mucha precaución. Y es que solo cuento con un espejo retrovisor exterior (el izquierdo) minúsculo y aún no he encontrado la postura ideal. Cuestión de tiempo.
A medida que crece mi confianza en el 124 FL 90 – que es directamente proporcional a la seguridad y el aplomo naturales que destila el coche– más aumento la velocidad... y el disfrute. El 124 FL 2000 es una caja de sorpresas, pues, además de ir sobre raíles en las curvas –la dirección es muy dura, pero en marcha es asumible–, cuando se le puede pisar y crees que el motor lo ha dado todo –su cuarta es muy larga–, subes de vueltas hasta las 5.000 rpm y el 124 te regala un extra de empuje... y también más rumorosidad.
Sorprendentemente, su escuálida palanca de la transmisión es mucho más precisa de lo que uno se pudie
ra pensar, y su dirección es directa y precisa gracias a que es de cremallera y no un tornillo sinfín, como en su predecesor. En cuanto a las suspensiones, están configuradas para una época en que no había badenes, por lo que al pasar sobre ellos, el 124 salta... y con él todo el pasaje. Pero en líneas generales el 124 FL 90 me maravilla por tener un gran chasis, lo que demuestra que de raza le viene al galgo.
Con las endorfinas recorriendo mi torrente sanguíneo, la vista –y las vistas– pide su turno. Ante nosotros se despliega como sacado de un cuadro de Monet todo un manto de rojos, amarillos y verdes, que pone de manifiesto que el otoño ha llegado, la vendimia ha finalizado y somos un año más sabios. El 124 se mueve a placer por esas carreteras infinitas entre cepas viejas y nubes negras en el horizonte. Y cuando llega la lluvia –en forma de sirimiri– los diminutos limpias cumplen como pueden, pero haciendo los deberes en las curvas y siendo sensato –es un tracción trasera y no hay ayudas–, el 124 va por donde se le indica. Sin sustos ni extraños.
Llega la despedida. ¿Cualquier pasado fue mejor? Para nada; lo mejor está por venir.
El 124 FL 90 era un 'pepino' de la época y aún hoy en día da fe de su gran chasis