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Conducimos el nuevo BMW iX1, la versión eléctrica del todocamino alemán, con más de 400 km de autonomía

LA PLANTA DE BMW DE REGENSBURG (ALEMANIA) empezó a operar en 1986 con la producción del Serie 3 (E30) y, desde entonces, ha fabricado unos 8 millones de coches. Ahora, hemos viajado hasta allí para ponernos al volante de uno de los últimos modelos en abandonar esas instalaciones: el primer BMW iX1.

Esta es la versión 100% eléctrica de la nueva generación del todocamino bávaro. Se podría decir que era la pieza que faltaba en el puzle de la oferta mecánica, con una configuración que pretende mantener las claves que definen al X1, sumadas a las virtudes propias de un coche de baterías.

Dado que esa es la idea principal, de entrada, no hay apenas diferencias en el plano estético. El BMW iX1 se basa en la última evolución de este SUV, de manera que se caracteriza por un diseño mucho más estilizado. Esto es algo común en toda la gama y, en el caso del modelo eléctrico, solo hay cambios en detalles como la parrilla cerrada y los acentos en azul de zonas como el emblema.

De hecho, algo similar sucede en el interior. Aquí, al igual que en las demás variantes, encuentro un habitáculo caracterizado por la amplitud en todas las plazas. Eso sí, hay algo que acapara el protagonismo: la pantalla BMW Curved Display del salpicadero, con el Operating System 8 que también utilizan modelos como el iX. En ella se muestra toda la información del coche e incluye elementos como un GPS con realidad aumentada.

Por ahora, a simple vista este podría ser un X1 más, pero todo cambia al iniciar la marcha. Arranco y empiezo a moverme, acompañado del típico zumbido de los eléctricos. Lo primero que noto es el tacto muy blando del acelerador, acompañado de la habitual inmediata respuesta del motor. Me sorprende al principio, pero pron