A RITMO NORMAL, GASTA MENOS DE 6,5 L/100 KM
(Viene de la pág. 103)
y con un aspecto más moderno, cuenta con un buen maletero de 303 litros. Por otro, en su equipamiento de serie encontramos ahora cosas como el control de cambio de carril involuntario, el equipo de audio Ford SYNC3 -que permite amplias posibilidades de conectividad con smartphones- o el asistente a la frenada de emergencia. En opción puede llevar sistemas como el control de velocidad activo -desde 550e- o el detector de ángulo muerto y de tráfico cruzado cuando salimos de un aparcamiento marcha atrás -400e-.
Un motor muy razonable
En marcha, las diferencias son menos apreciables. Para empezar, el motor 1.0 turbo gasolina de tres cilindros y 125 CV no recibe cambio alguno, por lo que sigue disfrutando del buen rendimiento de su antecesor. Mueve con mucha soltura al Fiesta -tarda 9,9 segundos en pasar de 0 a 100 km/h-, y su buena respuesta entre 2.000 y 4.500 rpm hace que sea bastante agradable de utilizar. ¿Ruidoso? No especialmente, y menos aún teniendo en cuenta que la insonorización se ha mejorado. Tampoco transmite demasiadas vibraciones, y eso que sólo tiene tres cilindros. ¿Gasta poco? Sí. Mientras que circulemos acelerando con cierta suavidad y sin superar las 3.500 rpm -algo que permite moverse con total normalidad-, es fácil situarse entre los 6,0 y los 6,5l/100 km reales sin mayor problema, una cifra que está francamente bien. Además, este Fiesta cuenta con una función Eco que se activa pulsando un botón junto al cambio y que reduce el consumo a costa de limitar la respuesta del acelerador; consideramos que es mejor no conectarla, pues se nota más la pérdida de respuesta que la reducción en consumo.
Cómodo, pero puede elegirlo más estable
En cuanto al chasis, el tacto de conducción es muy similar al del anterior Fiesta. Es un coche que responde muy bien a las órdenes indicadas desde el volante, y que además de ser bastante ágil, tiene unas reacciones muy predecibles y controlables sin mayor problema. En general, es muy fácil de conducir y, con la suspensión de serie, resulta bastante cómodo.
Tan sólo debemos hacer una puntualización cuando se intenta ir un poco deprisa y la carretera no está perfectamente lisa. Entonces, la dirección se muestra demasiado asistida y no transmite mucha información. Además, la suspensión de este acabado Titanium deja que los movimientos verticales de la carrocería sean algo lentos, creando cierta sensación de flotación que resta un poco de confianza. Como hemos podido comprobar, este problema desaparece en las versiones ST-Line -sólo 350e más-, cuya suspensión es más firme y rebaja la altura de la carrocería en 15 mm. Por eso, si vamos a circular a un ritmo vivo, esta variante es mucho más recomendable.