Autofácil

Un trabajo digno de elogio

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Suelo aprovechar las vacaciones de Navidad para resolver algunos asuntos pendientes y este año me tocaba cambiar las cuatro ruedas del coche. Consulté precios en diversos establecim­ientos de mi ciudad y, finalmente, me decidí por uno con buena fama y el mejor precio.

Cuando llegué, el lugar era como volver al pasado: un taller antiguo, viejo, con mucha altura, cristales en la parte alta de las paredes pero medio tapados por la suciedad, sin calefacció­n, luz escasa y, simplement­e, dos elevadores de coche. Todo lo demás eran ruedas y más ruedas: apiladas en torres, por tamaños, marcas, modelo nieve, modelo verano...

Pero lo bueno estaba por llegar. A la hora acordada, el mecánico ya me estaba esperando con mis ruedas. Y sin necesidad de apenas preguntar, colocó mi coche en el elevador y, en media hora, ya había cambiado las cuatro ruedas de forma muy eficiente [...] Tanto es así que mi hijo pequeño Inaki, que me acompañaba, se quedó impresiona­do por la labor impecable de este profesiona­l. Además, el mecánico le aconsejaba: "estudia hijo, y no acabes como yo".

Creo que todos agradecemo­s la labor de estos profesiona­les -los pocos que todavía quedan-. Yo desde luego lo hago porque, una vez aboné el precio de las ruedas -a una señora mayor, en una garita calentada por una estufa eléctrica-, me fui muy tranquilo, comproband­o que Paco, este profesiona­l y dueño del taller, no necesita ni publicidad, ni buzoneo, ni luces de neón... para tener una clientela que ya estaba haciendo cola a la puerta de su taller. MARCOS GARCÍA (E-MAIL)

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